miércoles, 21 de octubre de 2015

Noticias sobre la hibernación colectiva


Un mundo basado en la hibernación colectiva introducirá nuevos cambios en la vida cotidiana. Entiendo que nuestros ciéntificos desarrollarán la cama comunal, por aquello de conservar el calor humano y repartirlo. El dibujo representa un posible modelo de cama del futuro. Este periódico no se hace responsable de posibles orgías nocturnas.

Tesis sobre mi proyecto de hibernación colectiva

La noticia aparecerá en la prensa, en todas las televisiones. Se debatirá en las calles, en todo tipo de foros, levantará expectación, controversia. Muchos estarán en contra, tratando de sabotear y hundir el proceso, otros tantos a favor. En cualquier caso me resulta imposible saber cómo se impondrá en la sociedad, si por decreto o de manera natural. 

Repaso los titulares de la prensa y me inquieto:  "¿Quién pondrá el despertador a la Historia?", "¡El sueño de la razón nos impide ver la luz!", "El último en acostarse que cierre la llave del gas".  Abandono el periódico y me pregunto, ¿de qué están hablando? A partir del 1 de noviembre hasta el 21 de marzo, tendremos sueño y ya no nos levantaremos hasta la llegada de la primavera. Será la primera vez en la historia que el ser humano cierre los ojos para hibernar.

Los contrarios a la hibernación creen que será la ruina, no solo porque durante estos cuatro meses nos saldrán úlceras por presión, sino que además, cuando despertemos, se habrá hundido la economía. Cosas de la sociedad de consumo. Los partidarios de la hibernación están convencidos de que será una gran oportunidad para frenar el cambio climático, reduciéndose las emisiones de CO2,  ya sea porque las estufas de los pisos permanecerán apagadas, los centros comerciales y las fábricas cerradas y, los automóviles parados en las cunetas. Durante este tiempo dormidos, la fauna de todo el país se regenerará. No solo la caza retrocederá, sino que el bosque irá ganando terreno a los cultivos, muchos de ellos sin sembrar. El futuro es incierto para el  brócoli, la coliflor y las coles, verduras de invierno, que probablemente se abandonarán. Malas noticias para los vegetarianos, pero buenas noticias para los niños de todo el mundo formados culinariamente en el filete procesado, y para los millones de pavos y los corderos, que evitarán su tradicional holocausto anual de diciembre. Será el fin de las navidades. Por otra parte, anunciamos que un gran número de ocas y gansos dirán adiós a la vida,  pues la demanda y las ventas de edredones de plumas se dispararán meses antes de la llegada de la hibernación colectiva. 

Creo que el problema de la superpoblación y el crecimiento descontrolado de la natalidad podrá soslayarse gracias a la hibernación. Para evitar los partos durante los meses que permaneceremos dormidos, solo podremos tratar de engendrar criaturas entre julio y octubre, tiempo que será conocido a partir de ahora como "El periódo espermático", durante este tiempo se establecerán nuevas fiestas y celebraciones populares. La vida cotidiana cambiará radicalmente. Es posible que los colegios permanecezcan todo el año cerrados.

El profesorado ha recogido firmas en protesta por la hibernación, pues temen que el alumnado quede totalmente desprotegido. "Sin clases en verano y sin clases en otoño e invierno, cuándo se formarán las personas, qué será de nuestros empleos", se preguntan.  Los comites de sabios han anunciado la intención de reformar todo el sistema educativo, o de lo contrario,  investigar la manera de aprender durante el sueño mediante algún tipo de impulso eléctrico al cerebro. No han añadido más, tan solo que igual será preciso el uso de gafas nocturnas. El debate está abierto.

Solo queda un pequeño escollo sin resolver durante la hibernación, ¿qué será de los insomnes? Me los imagino dando vueltas y vueltas en la cama, durante cinco meses. Quizá se levanten a dar un paseo en una ciudad deliciosamente silenciosa, o a intentar descubrir aquella nevera que por alguna clase de prodigio, no se encuentre vacía.








miércoles, 14 de octubre de 2015

El hombre que no sabía quién era


 Hay días vaporosos que es posible encontrar al Hombre Que No Sabía Quién Era, aunque también en días soleados. Hoy se ha comprado un sombrero hongo y se ha puesto un bigotito postizo, para tratar de reafirmar su identidad. Máñana irá con barba o corbata. Quiere encontrarse.

El hombre que no sabía quién era


El hombre que no sabía quién era, camina precipitadamente, incluso con cierta seguridad,  parece que supiera hacia donde se dirige. Aquí viene, tengo la sensación de que quisiera contarnos algo. Me gustaría hacerle algunas preguntas. Oigámosle.

Dominguet: ¿Usted es...?

El hombre que no sabía quién era:  No sé quién soy.

Dominguet: ¡El hombre que no sabía quién era!

El hombre que no sabía quién era: No estaría tan seguro.

Dominguet: Señor...como se llame. Está en busca de su identidad, de su yo... ¿Ha encontrado alguna pista? Los lectores quieren saber.

El hombre que no sabía quién era: Tengo algunas intuiciones, bastantes interrogaciones, por cierto, nada en concreto. Lo más terrible es que ni siquiera estamos vivos, pero no estoy seguro.

Dominguet: ¿No estamos vivos?

El hombre que no sabía quién era: Creo que lo que llamamos vida, tan solo es un término de andar por casa. Que si lo observamos a cierta distacia, a otra escala, tan solo somos un tipo específico de materia, diferente. Más bien somos de un tipo material volátil, que se desintegra rápidamente, de forma casi instantanea. ¿Qué es un hombre comparado con una piedra?

Dominguet: ¿Qué es?

El hombre que no sabía quién era: Nada.

Dominguet: Una declaración nihilista, desde luego. ¿Se atrevería a firmarla?

El hombre que no sabía quién era: Aunque estuviese del todo seguro, no podría firmar mi declaración, ¿con qué nombre? Un nombre que otros me pusieron. Tengo el documento que entrega el Estado y que así lo atestigua. Si la identidad se inicia por el nombre, empezamos mal.  O desde un punto de vista más positivo, comprendo que mi identidad, desde el principio, la construyen los otros.

Dominguet: Quizá usted piensa demasiado...

El hombre que no sabía quién era: Ese es el problema, que no pienso, que todos mis pensamientos son de otros.  

Dominguet: Le veo demasiado serio... Quizá la introspección en busca de su identidad le está convirtiendo en un tipo avinagrado y aburrido.

El hombre que no sabía quién era: Lo que veo no es nada divertido, cuanto más buceo en mi interior más me doy cuenta de que soy un gran trozo de Nada. Otras veces, me veo como un mero...

Dominguet: ¿Un mero?

El hombre que no sabía quién era:  Un mero hongo.

Dominguet: ¡Un hongo!

El hombre que no sabía quién era: Si, un hongo, ¿le parece divertido?

Dominguet: Si, y mucho. Usted es más gracioso de lo que yo pensaba, ¿cómo no me va a hacer gracia? Se fue en busca de sí mismo y sólo encontró un hongo.

El hombre que no sabía quién era: Todo nuestro cuerpo está colonizado por microorganismos. Muchos están activos, otros en estado larvario o latente, agazapados, esperando su momento. ¿Cómo podemos afirmar que nosotros somos nosotros?  ¿Cómo saber si yo formo parte del hongo o si el hongo forma parte de mí?.

Dominguet: Reconozco que para no saber quién es dice cosas entre alocadas y absurdas e interesantes...

El hombre que no sabía quién era: En realidad lo interesante está fuera... Creo, pero no estoy seguro del todo, se lo oí decir a un antropólogo.  

Dominguet: Me encantaría seguir entrevistandole, pero mis lectores no conservan la atención o la concentración más treinta segundos, así que voy a tener que finalizar esta divertida entrevista. En último lugar, ¿qué planes futuros tiene para encontrar su identidad?

El hombre que no sabía quién era: No lo sé. Había pensado apuntarme a un curso de Construcción de Gustos Únicos, pero tal curso no existe, así que me inscribiré a un taller de Iniciación al Teatro, Macramé, o Encaje de Bolillos.




jueves, 1 de octubre de 2015

Encuentro cara a cara con La Verdad

Lo que no sé, es si el cosmonauta de la bola de nieve la descubierto La Verdad, o si el señor que ha descubierto un cosmonauta en el interior de una bola de nieve, es el que se ha encontrado con La Verdad.

Encuentro cara a cara con la Verdad


  Nada sabemos de los cosmonautas que se perdieron en el espacio. Quizá se extraviaron tras una avería en el motor, o iniciaron un cambio de rumbo, conscientemente, hacia lo desconocido. O abrieron la escotilla de la nave y saltaron, dejándose arrastrar por el viento estelar. Mi teoría es la siguiente: creo que se encontraron cara a cara con la verdad. 

Los cosmonautas, los viajeros, los paseantes solitarios, es posible que todos ellos se hayan encontrado alguna vez cara a cara con La Verdad. No todo el mundo ha visto el rostro de La Verdad, aunque todo el mundo puede verla. No es una cuestión de sensibilidad  ni de formación académica,  a veces, es simplemente encontrarse en el lugar apropiado. Imagínense a un cosmonauta perdido a la deriva en un cohete cada vez más envejecido, y cuando creía que todo estaba perdido, aparece el rostro de La Verdad. Alguien que le mira, un rostro gigantesco que le observa.  Fantaseo con  el momento del descubrimiento, ese instante de sorpresa y miedo, donde lo comprende todo. Ha llegado a los límites del universo, el lugar donde se encuentra un gran ojo, y no es precisamente el ojo de dios. Ha descubierto La Verdad, y ahora resulta imposible compartirla con los otros, bien porque ha llegado demasiado pronto a La Verdad, o se encuentra demasiado solo, o porque simplemente La Verdad es demasiado decepcionante o increible para ser contada. O porque no interesa. O porque no es graciosa. O porque no hay vuelta atrás.

Como aquel viajero que empeñó su existencia en busca del chiste filosofal, aquel chiste que podría salvar el mundo, y cuando lo encontró, descubrió  que a nadie hizo gracia. Quizá aquel chiste fue contado antes de tiempo, o no existía audiencia al contarlo, ¿cómo saberlo? Lo único que nos queda de aquel chiste, es que el mundo quedó tal cual.

 
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