Sobre la humanización de las cosas
De una tostada a un reloj, cada día hay más cosas que tienen aspecto más humano. Podríamos decir que en los últimos años las cosas se están humanizando.
Es cierto, las cosas se están humanizando, y las personas se están cosificando. Observen esta tostada:
Sea producto de nuestra imaginación o no, las cosas cada vez tienen más apariencia humana, y eso tiene consecuencias. En relación con la tostada, que la tostada tenga cara cambia nuestra relación con ella. Ya no será tan fácil untarla mantequilla.
Para sostener el argumente veamos varios casos inversos. No conozco nadie capaz de mirar a los ojos de una ternera y decir "Quiero cuarto kilo de ese alegre animalito" Es más fácil elegir cuarto de kilo previamente envasado sin que tenga ojos que nos miren. Cuanto más cosifiquemos a un animal, más fácil será su digestión. De la misma manera se coloca una capucha al reo antes de ser ahorcado, fusilado o electrocutado, y una vez que la capucha oculta su rostro es más fácil disparar contra él. En cuanto los desempleados dejan de tener cara y se convierten en números es más fácil eliminarles el subsidio. Observen bien la realidad, las masas no tienen rostro, las élites si lo tienen. Nos sentimos más cerca de las élites entre otras cosas porque tienen cara. A pesar de que nosotros pertenecemos a la masa, la detestamos, y queremos separarnos continuamente de ella. Las masas serían más queridas si tuvieran cara. Cuando la prensa quiere dulcificar algo se recurre al artificio de la cara, por ejemplo; se habla de "Un capitalismo con rostro humano"
Volvamos a las cosas con aspecto humano. Cuanto más se parezca una cosa a una persona nuestra relación con esa cosa será más profundamente humano. ¿Quién no conoce a un propietario de automóvil que mantenga una relación de afecto con su máquina? La fotografía lo explica muy bien:
¿En qué momento se decidió que el automóvil tuviera dos faros en lugar de uno, tres o cuatro? Me temo que no hay nada inocente detrás del diseño de los automóviles.
Para que amemos a las cosas, los objetos deben tener cara. Y para que odiemos a las personas es necesario borrar sus caras. El primer paso para convertirnos en cosas es desenfocarnos. Que no se nos vea bien, aparecer en un plano general, invisibilizarnos o ningunearnos. Observen a los relojes. El reloj es el instrumento preferido de la dictadura, allí donde no existe la democracia aparece el reloj. El mayor enemigo de la libertad humana no es tanto el bigote, sino el reloj, pero eso se empeñan en fabricar relojes con apariencia humana:
¿Cómo aplastar este reloj contra el suelo para alcanzar la libertad si nos está mirando con esta cara?
Mi pequeña aportación al porvenir es la siguiente. En una futura sociedad basada en una economía del bien común las personas deberán recuperar sus caras. En la sociedad amigable y ecológica del futuro los animales deberán recuperar sus rostros y sus miradas. Una sociedad basada en la durabilidad de las cosas, los objetos deberán tener cara también. Así durarán más y serán mejor ciudados. En una sociedad más democrática, las fábricas y oficinas dejarán de tener relojes, y uno entrará y saldrá de ellas cuando él mismo considere que empieza o acaba su jornada. En la sociedad del bien común los relojes no tendrán cara.
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