martes, 7 de enero de 2014

Esculturas de Calatrava en los barrios marcianos

Una posible escultura del estudio de Calatrava instalada en uno de los barrios marcianos


Barrios marcianos y el nuevo mobiliario urbano diseñado por el estudio de Calatrava

Supongo que a estas alturas de la legislatura ustedes habrán descubierto como aparecen esculturas en las aceras y las rotondas al mismo tiempo que desaparecen marcianos.

Esculturas de rotondas, figuras kitch en las aceras como parte del nuevo mobiliario urbano,  farolas adaptadas a los usos de una nueva época. Todas estas obras, coinciden en dos conceptos al menos:

A) En un recubrimiento de goma que permite al peatón rebotar en caso de tropezar al pasear, sin dejar marcas.

B) Un olor nauseabundo.

Esculturas en serie que huelen mal repueblan la ciudad. Inspiradas sin duda, en ese deseo de entre los más depauperados a establecerse en aquellos lugares más desagradables de la ciudad, más húmedos, con más mosquitos y más roedores, sin alcantarillado, próximos a los vertederos, allí donde siempre hay pronunciadas cuestas. Al final del todo resulta que los vecinos convierten aquellos lugares inhabitales en espacios donde se vive.  La llegada de las esculturas modernas de Calatrava al barrio hablan, y dicen que van a pasar algunas cosas.

En mis estudios sobre el humor, he comprobado, que en la moderna sociedad mercantil el buen humor de unos es el mal humor de otros ¿Es posible una ciudad sin esta contradicción? Si, por supuesto, consiguiendo que estemos todos de mal humor, y se puede hacer ya. 

La llegada de las esculturas de Calatrava al barrio es la primera señal, pues se acabará yendo la pobreza. Tememos a la pobreza. Ese temor a que se nos pegue, que acabemos contagiados. Hace unos años se trató de encontrar una relación entre la gordura y el contagio. Se suponía que dar la mano a un gordo podría arrastrarnos hacia una obesidad mórbida. Era un bluff. Ahora sabemos que la pobreza es contagiosa,  nunca des la mano a un pobre. Si llegas al barrio y hay más pobres de lo que te apetecería, quizá es bueno que se vayan. Podríamos darles alzas o tacones para que los pobres dejen de ser pobres, pero lo que queremos es que se vayan, que se vayan corriendo. Ya lo sabemos, cuando uno sale corriendo de su casa, es fácil conseguirla a un precio interesante. Es cierto que llevan toda una vida allí, y desde que vas a tus sesiones de psicoterapia has aprendido a no huir. Por eso, al asomarte por la ventana  has sonreído al descubrir que las primeras esculturas de Calatrava han comenzado a instalarse en el barrio.

Si te dicen que las esculturas tienen una función higiénica, créetelo. Si te dicen que pueden desparasitar el barrio, créelo. Ese ruido imperceptible al oído humano nos vuelve locos. Hay riñas, peleas en las calles, algún asesinato. Y el olor, ese olor. Los vecinos se quieren ir y se van, las esculturas permanecen

La red de esculturas del barrio nos ha enloquecido. Hemos matado lo que más queríamos, y al final nos hemos tenido que marchar. La idea era buena. Esculturas conectadas unas con otras lanzando miasmas al barrio para que nos largáramos. Entonces has llegado tú, y has comprado mi piso a un buen precio.

Barrio marciano, con marcianos  y nuevo mobiliario urbano






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