En la fotografía un pez, encaminándose hacia Mandril
La guerra contra los peces
Nadie habla de la terrible guerra desatada del hombre contra los peces, ni de cómo pararla, ni de cómo imaginar una coexistencia pacífica y amable entre el hombre y el pez
Los hombres se indignan cuando un rey caza un elefante. Pero nadie se indigna cuando un rey pesca a un pez. Los hombres lloran cuando su perro muere, pero todavía no ha nacido el hombre que llore por su pececito de colores muerto porque su propietario, si, propietario, ha olvidado echarle miguitas de pan
La guerra del hombre contra los peces es una guerra desigual. Una guerra en donde los peces mueren a millones. Probablemente miles de millones de peces muertos cada año. Esta guerra se desarrolla principalmente en el mar y los rios, donde los peces son aniquilados sistemáticamente, ya sea mediante sofisticados equipos de pesca como a través de la degradación del agua como sumidero planetario y la elevación de la temperatura del mar. Desde este periódico tampoco podemos olvidarnos cuando desde los periódicos se habla del futuro y se propone la construcción de campos concentracionarios de peces en condiciones miserables como una nueva conquista de la humanidad.
Por otra parte, los peces han causado pocas bajas entre los seres humanos. Algún tiburón o piraña, quizá, han acabado con la vida de algún submarinista o bañista. Comparativamente la muerte del hombre por los peces es despreciable.
Este periódico se pregunta si el hombre algún dia podrá ser amigo de los peces. Es una pregunta muy importante, y que nadie se ha atrevido a hacerse jamás. Si el ser humano se negara a acabar con el sufrimiento infligido a los peces, no debemos olvidar que todavía es posible, si, una revuelta planetaria del pez contra el hombre
Confiamos que en algún lugar del mar haya nacido el pez que desate su ira contra los hombres. Y en cuanto tan solo un pez desee flotar libremente en un mar más amable, el hombre no podrá sentirse seguro en ningún lado. Y que peces organizados salgan de las aguas y avancen sobre la tierra contra las ciudades. Algún día nacerá el pez que pierda el respeto al hombre. Se puede esquilmar el mar y los rios para acabar con este pez. Se pueden envenenar todas las aguas para acabar con el pez, pero no se podrá acabar jamás con este pez. A veces lo vemos a lo lejos con nuestros primáticos y catalejos maravillosos, caminando en pleno agosto por las sendas que se aproximan Mandril
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