Desde que los monstruos pesan 21 gramos más, se les puede ver por las calles, haciendo por fin de las suyas.
La noche de los monstruos en la tienda de espejos
En Mandril existe una tienda de espejos que abre por la noche. Hasta allí se acercan monstruos de madrugada, cuando todo el mundo duerme.
"Tilín" Es lo primero que oye el vendedor de espejos cuando un monstruo abre la puerta del establecimiento. Hay noches en las que la tienda de espejos parece el cuartel general de los monstruos, debido al elevado número de estos que se encuentran allí, probando espejos de todos los tamaños.
Hoy se encuentran en el local muchos monstruos. A algunos de ellos le gusta especialmente los espejos que no devuelven su imagen o aquellos en los que aparece otro ser, en vez de ellos mismos. Durante la noche en la que se aproxima el verano, el vendedor de espejos suele preparar canapés y los ofrece bandeja en mano a la voz de "¡Un refrigerio señores!". Y entonces los monstruos se acercan a él, arrastrando los pies, jadeando, con su piel verde y mohosa, tropezando y arrancándole los canapés para comérselos de pie, ansiosamente, llenándolo todo de migas.
Vendedor de espejos: ¡Un refrigerio señores! ¡También tengo cervezas! ¡Esta noche todo es gratis!
Las decenas de monstruos que se encuentran en la tienda de espejos no pueden evitar dar rienda suelta a su júbilo, sin embargo, en vez mostrar alegría y alboroto, solo pueden gruñir. No están acostumbrados a la generosidad, y se han olvidado de la risa.
El vendedor de espejos pone canciones en el tocadiscos, y entonces, una bola de espejos colocada estratégicamente en el techo comienza a girar. Y los monstruos se mueven, sin delicadeza, como si bailaran pogo, haciendo que los espejos caigan y se rompan. En las noches locas en la tienda de espejos, los monstruos se desinhiben, y como si fuera la primera vez, comienzan a hablar, a borbotones, unos con otros.
Monstruo de piel escamosa: (Gruñendo) ¡Hacia siglos que no me lo pasaba también! Ya he roto doce espejos, y bailo sobre ellos con mis pies desnudos, y apenas sangro
Monstruo de dos cabezas y lengua bífida: (Haciendo que ríe) Ha, ha, ha. Lo diré otra vez: ha ha ha. Otra vez más: jajaja
Monstruo de aliento pestilente: (subiéndose sobre una báscula) ¡Hey chicos, estoy engordando!
Es cierto lo que dice el monstruo de aliento pestilente. Ha engordado 21 gramos.
El vendedor de espejos: Esto es memorable, y deberé escribirlo en mi dietario. "Hoy domingo, a 16 de junio de 2018, un monstruo ha engordado 21 gramos"
En las noches en las que los monstruos se desatan, siempre aparece un imbécil que llama a la policía. Tiene que dormir porque al día siguiente debe madrugar y levantarse pronto para ir a trabajar, es decir, ser Eichmann. Prefiere que los monstruos continúen llevando una existencia sigilosa y oculta a las miradas, de palabras vacías y clichés. Sin embargo esta noche ha ocurrido algo especial; un monstruo ha engordado 21 gramos. Esto es muy importante porque significa que hay esperanza. Continúo escribiendo en mi dietario:
"Hoy domingo, a 16 de junio, un monstruo ha engordado 21 gramos. 21 gramos es lo que pesaba el alma. Y digo "pesaba", porque el alma murió hace años, durante aquella epidemia donde los cuerpos continuaban vivos, haciendo su vida cotidiana, y las almas languidecían hasta morir, dejando manchurrones en el suelo muy difíciles de quitar".
Ha amanecido en la tienda de los espejos. Fuera espera la policía. "¡Salgan de uno en uno con las manos levantadas!" -dicen mediante un megáfono- Y los monstruos salen, no de uno en uno, sino juntos, a luz del día, sin que el sol les deslumbre, visibles a las miradas de los otros. No levantan las manos ni se llevan espejo alguno, pero pesan 21 gramos más.
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