Yo imagino dos cosas, que la mujer de la fotografía está alertando sobre los peligros derivados de las bragas, o bien que esté comentando a sus amigas que Robespierre, un verdadero comunista, no llevaba calzoncillos.
El calzoncillo como objeto antirrevolucionario
El aspecto simbólico es importante. Me he levantado tarde y he decidido tirar toda la ropa interior a la basura. Ahora soy un hombre sin calzoncillos, quizá, un hombre libre.
A medida que pasan los años, aumenta el número de calzoncillos que hay en el cajón. Tratamos de ser libres prescindiendo del automóvil, por ejemplo ¿pero y si existiera algo, un objeto quizá, qué ha pasado desapercibido entre los pensadores marxistas, y que finalmente nos ha absorbido la energía vital revolucionaria? Imaginen la existencia de un objeto que nos arranca derechos políticos, democráticos y las libertades, este objeto estaría en todas las casas, lo llevaríamos pegado al cuerpo. No podría ser algo demasiado obvio, debería ser lo suficientemente ridículo para impedir debates o polémicas. Nadie en su sano juicio organizaría un taller titulado "El calzoncillo reaccionario" El mal, lo que nos trasforma en idiotas, nunca mira de frente, y para triunfar debe estar presente por doquier, ocultarse en lo intimo, y sobre todo, nadie debe desconfiar de él. ¿Usted conoce a alguien que desconfíe de los calzoncillos? La gente desconfía de las armas nucleares, pero nunca de los calzoncillos, sin embargo sus efectos pueden ser igualmente devastadores. Para llegar a la libertad hay que comenzar por algún sitio. Mi padre me comentaba que los verdaderos comunistas no usaban calzoncillos, y yo no sabía como interpretar esto. Si irrumpiéramos a la fuerza en un congreso de Izquierda Anticapitalista y les obligáramos a bajarse los pantalones, ¿cuantos de ellos llevarían calzoncillos? Posiblemente todos. Ser comunista no es fácil, uno trata de ser comunista durante toda la vida y al final se muere con los calzoncillos puestos. Yo empezaré por lo más difícil, por bajarme los calzoncillos.
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