Todavía no existen imágenes de ciudades sexuales, pero si que podemos imaginar y formular formas donde se pueda pensar en el otro
Primeros apuntes sobre una posible ciudad sexual
Cada vez es mayor el número de expertos que manifiestan que el sexo se encuentra sobrevalorado, bien, en realidad ocurre todo lo contrario, el sexo está infravalorado. No se le toma en cuenta para nada, sin embargo está presente continuamente. Vivimos el día a día como si el sexo fuera un espacio de la esfera íntima, cuando es abierto y colectivo. Quizá no se ve, pero es probable que ese árbol que nos cobija lo plantó un enamorado.
Podría dar una videoconferencia sobre sexo y ciudad, pero es un tema que no he pensado suficientemente, así que me estaría inventando la mayor parte de las cosas. Por suerte soy un farsante, así que en vez de dar una videoconferencia, escribiré sobre la ciudad y el sexo, en términos originales, jamás vistos. Me imagino una ciudad sexual: la ciudad del sexo.
Que nadie piense que quién llegue a mi ciudad sexual va a follar inmediatamente. Mi ciudad sexual no es Disneylandia ni el barrio rojo de Amsterdam, no es un lugar de compra y venta de sexo. De lo que estoy hablando es de planificar la ciudad teniendo en cuenta uno de los motores que mueve el mundo, aunque muchas veces ni siquiera nos demos cuenta. Por ejemplo, se diseñan los parques para que los vecinos paseen o hagan deporte, pero nunca para el encuentro amoroso. Otro ejemplo, cuando uno va al médico porque le duele la cabeza, este nunca le pregunta por su frecuencia sexual, cuando lo más probable es que sus jaquecas estén motivadas porque se le ha subido el semen a la cabeza. Por lo general el dormitorio es el lugar donde más se practica el sexo, sin embargo, estos nunca tienen buenas vistas, ni siquiera la luz es la adecuada. Siempre se olvida incorporar un regulador que permita dosificar la intensidad de la luz, en vez de soportar siempre esa luz dura que cae sobre nosotros del techo. Eso si, parece que los diseñadores de muebles cada vez están más interesados en el tema. Es cierto que tanto las camas como los sofás se diseñan teniendo en cuenta el intercambio de fluidos, pero a mi lo que me interesa no son tanto los espejos en las paredes y en el techo ni el confort sexual, sino esa latencia hacia lo amoroso que jamás se explora. Todos aquellos actos cotidianos que se frustran y que van dirigidos a gustar a uno mismo y sobre todo a los otros. Es el sexo que subyace en todas las cosas más que el acto sexual en sí. Un barrendero debería ser un héroe del pueblo en vez de una versión mejorada del esclavo; quiero decir, en una ciudad llena de mierda, es más complicado amar que en una ciudad agradable. No estoy hablando de crear ciudades con rostro amable, sino que su rostro sea amable porque la ciudad lo es. Una ciudad que incite a invitar a un café a un desconocido simplemente porque a uno le gusta o donde uno pueda expresar la bealdad del otro sin que este sienta amenaza alguna. Ahora solo queda lo más fácil, pensar la ciudad sexual, superar la idea del sexo desde el poder como forma de control social, que se rompa la esfera del sexo como lo intimo para abrirse al espacio de lo colectivo.
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