Mala suerte. Este hombre fue atravesado por un rayo congelante. No pudo esquivar el rayo, o no quiso. O quizá fue buscando el rayo, para alejarse de toda acción
¡Rayos congelantes versus la acción!
Este es mi consejo: ¡Mandrileños! ¡Alejaos de los rayos congelantes!
En pequeñito, en el margen inferior izquierdo de la página par del periódico, es posible encontrar la siguiente noticia:
El gobierno de Mandril compra 20.000 chalecos antibalas
Es cierto, me preocupan los chalecos antibalas, pero no tanto como el rayo congelante. Y me preocupa el rayo congelante precisamente porque nadie habla de él. Si; hay motivos para temer al rayo congelante, porque si uno es atravesado por el rayo congelante lo primero que sentirá es una parálisis. A veces, uno queda paralizado en el sofá, otras, nos atraviesa cuando estamos siendo severamente castigados, golpeados una y otra vez con una percha. Y os lo aseguro, permanecer congelado en esta postura es muy incómodo.
Al congelarnos, el hielo comienza a cristalizar alrededor de uno, y la parálisis nos aleja de toda acción y nos complica la posibilidad de intervenir en la realidad. La vida pasa frente a uno como en un sueño, en el mejor de los casos, o como en una pesadilla. Pero la barba no cesa de crecer. La larga barba blanca. Y pasan los años esperando a que se derrita el hielo. Esperando una primavera y un verano que jamás llega. Siempre hasta el último momento, esperando, que todo ocurra finalmente.
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