El plan definitivo de contención social
¡Hola gobierno! Estaba yo pensando si mi vida era como una especie de sueño, si mis acciones o mis ideas podrían influir de alguna manera en la realidad, cuando se me ocurrió tirarme piedras contra mi mismo.
Siempre me ha parecido fascinante la posibilidad de imaginar, proponer y realizar acciones convenientes. Lamentablemente, en este sentido, he observado que a ustedes no les interesa tanto lo conveniente, sino lo inconveniente. Así que estoy pensando ofrecerles un paquete de medidas inconvenientes, que estoy convencido que a ustedes les van a gustar, y que en fin, van a destruir el mundo de mi alrededor, y por tanto el mio propio, y que crearán un mundo más horripilante, pero que mantendrán la paz social. No es que me guste ni esté de acuerdo con estas medidas que voy a proponerles, pero al menos quizá se pongan en marcha. Y esto es muy importante. Porque demostrará que un ser humano insignificante como yo, lo que ustedes llaman un insecto, puede modificar la realidad. Es cierto que voy a modificar la realidad en sentido contrario a mis intereses y a mis ideas, pero al menos se modificará la realidad. Y si un insecto puede modificar la realidad hacia lo horroroso, significa que también puede hacerlo hacia lo precioso. Pero para ser tenido en cuenta por ustedes, les entrego un lote de propuestas inconvenientes. Aquí van algunas:
Mi propuesta horripilante servirá para contener a la población y disipar sus enfados. Se trataría de que los sectores más afectados por la política antisocial que vienen ustedes realizando, comiencen a automedicarse bebiendo cerveza. Para ello es importante que se beba cerveza barata en los espacios íntimos, y a ser posible en soledad. La idea es romper la esfera social y la convivencialidad. Cercar los espacios públicos, como las plazas, y la gente se refugie en sus pisos con sus cervezas del Mercadona. He observado que la cerveza del chino cuesta 1 euro, esto es demasiado. A 1 euro la cerveza, un hombre desesperado no puede estar borracho siempre, y es muy probable, que en algún momento de lucidez, comience a organizarse. Y un hombre y una mujer organizados comienzan a ser peligrosos. Mercadona ofrece los botes de cerveza a 20 céntimos. Esto es más aceptable. Uno puede emborracharse por tan solo 20 céntimos. Pero no es suficiente. Lo que yo propongo es abaratar aún más el precio de la cerveza barata. Subvencionarla. Como hacen con los automóviles. De esta manera podríamos mantener a un sector de la sociedad, que pronto será marginalizado, entretenido con sus cervezas si estas costaran 10 o 5 céntimos. Es cierto que este sector de la población tiene que vivir de algo, y que no es posible vivir a base de cerveza. Pero lo que si pueden es morir a base de cerveza, que es lo que a ustedes les podría interesar. Debilitados por el alcohol, permanentemente resacosos, durmiendo la mona por las mañanas, tendrán pocas ganas de quemar contenedores, zarandear economistas, leer e incluso pensar. Lo que jamás harán es tratar de llegar al poder. Lo más probable es que el alcohol provoque la perdida de autoestima, más todavía, y genere algunas riñas en el barrio. Seguramente peguen a sus perros. La cerveza barata consumida en el espacio íntimo permitirá que se degrade o se rompa el poco tejido social que podía permitir una oposición a lo horripilante. Cada uno irá a su puto rollo, con su cerveza en la mano.
Indudablemente subvencionar la cerveza tiene un precio, pero no es demasiado. El gasto derivado en la compra de material antidisturbios y de 20.000 chalecos antibalas, no sería preciso. Y aún así, es mucho más económico abaratar el precio de la cerveza, que gravar a las grandes fortunas y a las transacciones financieras mediante impuestos, o que en un momento dado, ustedes sean desalojados por masas iracundas muy enfadadas.
Sin más, me despido de ustedes con un fuerte abrazo, esperando que mi plan pueda servirles para algo, y que pueda influir en la realidad.
Mandril, a 26 de marzo de 2013
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