Me levanto casi todas las mañanas gigantesco. Y lo primero que hago es luchar contra una araña.
Mi guerra cotidiana contra las arañas
Me despierto por las mañanas siempre diferente. Unas veces me despierto siendo un monstruo, un cerdo, o una cucaracha, pero la mayor parte de las veces me levanto de la cama como si fuera un hombre nuevo. Me mido, y veo que he crecido diez centímetros más. Subo la persiana y el mundo se encuentra por hacer.
Si. Me levanto siendo un hombre nuevo. Más alto. Con todas mis potencialidades latentes e intactas y todo un asombroso mundo a mi antojo, pero siempre ocurre los mismo, al poco tiempo, aparece mi enemigo: no es mi jefe, ni el presidente del gobierno, ni cualquier otro de los imbéciles con los que me encontraré a lo largo del día. No, estos seres son insignificantes. Mi verdadero enemigo es una araña con la que tengo que luchar nada más despertarme. Y la araña va tejiendo alrededor mio segundos y minutos, y me envuelve y me enreda con ellos. Y apenas puedo moverme, ni respirar. Hasta que me derrumbo y caigo derrotado, convertido en una momia. Pero al despertar otra vez todo es nuevo. Aunque poco después aparece una gran araña mirándome a los ojos
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