¡Mandril cubierto por restos de goma de borrar!
Nadie sabe que ocurre, pero Mandril está cubierta de finos restos de goma de borrar. A la entrada del portal me encuentro con un vecino y aprovecho para comentárselo:
Yo: ¿Has visto? La ciudad está lena de esos pequeños hilos de goma de borrar
Vecino: Si. Están por todos los sitios. El interior de mi piso está infestado . Me los encuentro hasta en la cama, pero resultan menos molestos para dormir que las migas de pan entre las sábanas.
Nos despedimos. Mi vecino se dirige al trabajo y yo a la compra, o viceversa, ya no lo recuerdo. Tengo la sensación de que nunca más le volveré a ver
Trato de hacer memoria del día que comenzaron a llegar a Mandril los primeros restos de goma de borrar, pero es difícil. A nadie parece importarle, pero ya ha cundido el disgusto entre la población, que ha trasladado hacia el servicio de limpieza de la ciudad. "Tienen la ciudad hecha un desastre" -dicen unos y otros- Los barrenderos también se encuentran sorprendidos; se encogen de hombros:
"¡Es demasiado para nosotros!
¡Cada vez somos menos!
¡Primero las hojas del otoño y ahora esto!"
El viento arrastra miles y miles de hilitos de goma borrar cada día. Presiento un cierto temor que subyace en la vida de cada uno. Lo corroboro el día que una amiga durante un paseo, como tratando de cambiar de tema me dice "Es mejor no pensar de donde vendrán"
Nadie lo comenta, pero en realidad todo el mundo lo sabe. Lo que estaba ya no está. La ciudad está desapareciendo. Nadie sabe si mañana encontrará las calles, ni sabe si se encontrará a sí mismo.
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