Durante el diluvio los automóviles desaparecerán
Quizá aparezcan nuevos modelos de bicicleta
Aunque lo más probable es que nos busquemos la vida ante la falta de infraestructuras adaptadas al diluvio
El diluvio
La noticia es la siguiente; nos encontramos en una fase de transición avanzada de la era antidiluviana a los nuevos tiempos del diluvio, pero nadie lo sabe. De momento es imprescindible el paraguas y el chubasquero.
No trate de resistirse mediante aparentes estructuras solidas a la pertinaz lluvia y a los flujos de agua. Más tarde o temprano serán arrasadas por grandes torrentes y quedarán sumergidas bajo las aguas. Sin embargo el diluvio no puede durar siempre, aunque es probable se mantenga decenas de años. No podemos asegurar como será el futuro mundo posdiluviano, ni como vivirán sus poblaciones ni como serán las organizaciones adaptadas a las nuevas circunstancias, pero lo que es seguro es que las aguas serán las protagonistas de la vida social durante cientos de años y apenas quedarán residuos del pasado antidiluviano. Pasará mucho tiempo hasta que la tierra emerja de nuevo de las aguas. Quizá nunca aparezca.
El problema de Mandril son sus edificaciones ancladas en el suelo. Lamentablemente se sigue organizando la vida social como si las aguas que ya nos llevan no existieran. Así que necesitamos casas flotantes. Al principio es probable que todas estas casas flotantes acaben yendo a la deriva, flotando solitarias de aquí a allá, pero pronto, según la tendencia natural del ser humano, se agruparán en archipiélagos, que se unirán y separarán según las circunstancias, las marejadas, las tormentas, los maremotos y el desamor.
Desde que se inició el diluvio hace casi 40 años, las solidas estructuras de la tierra firme han ido cayendo una tras otra, sea por grietas en la infraestuctura, por inundación, o arrasadas por brutales torrentes de agua, pero aún así nadie parece darse cuenta, a pesar de que las aguas cubren más de una tercera parte de Mandril, y quién dice Mandril dice el mundo. Las aguas afectan, como es natural, a los que más abajo viven que tratan se subir a los edificios más altos, pero no se les permite pues está reservado el derecho de admisión. Mientras, los que viven más arriba, en realidad no les preocupa en absoluto, siguen haciendo la misma vida que antes. Se desplazan en zodiac de aquí a allá.
Desde que se inició el diluvio hace casi 40 años, las solidas estructuras de la tierra firme han ido cayendo una tras otra, sea por grietas en la infraestuctura, por inundación, o arrasadas por brutales torrentes de agua, pero aún así nadie parece darse cuenta, a pesar de que las aguas cubren más de una tercera parte de Mandril, y quién dice Mandril dice el mundo. Las aguas afectan, como es natural, a los que más abajo viven que tratan se subir a los edificios más altos, pero no se les permite pues está reservado el derecho de admisión. Mientras, los que viven más arriba, en realidad no les preocupa en absoluto, siguen haciendo la misma vida que antes. Se desplazan en zodiac de aquí a allá.
Probablemente la era diluviana no será un tiempo feliz, como tampoco lo fue la era antidiluviana, ni probablemente lo sea el futuro postdiluviano. Es probable que sean tiempos de una soledad jamás vista donde no de tiempo a sentirse solo. La fuerza torrencial del agua lo está destruyendo todo. La sensación de inseguridad, de quedar atrás, de que con el agua hasta el cuello uno trate de subir al piso siguiente y no se le deje, parece permanente. Aquellos que tratan de llegar hasta la iglesia para refugiarse se encuentran que está anegada por las aguas.
Durante cuarenta años de lluvia ininterrumpida no se ha creado ninguna estructura alternativa adaptada a los tiempos del diluvio. Lo más que se ha hecho es sacar a los santos y a las vírgenes para que cese de llover, pero ha sido en vano. También se han organizado grandes manifestaciones para recuperar o salvar las sólidas estructuras de la era antidiluviana, pero aún así no cesa de llover. Y mientras tanto no hay nada.
No se trata de que cada uno se ponga el flotador y se tire al agua cuando estas cubran los edificios de la periferia donde vivimos o las fábricas y las oficinas donde trabajamos, sino de empezar a proyectar nuestras casas flotantes, los criaderos de algas, la democracia acuática, y hacerlo juntos, en vez de sobrevivir como se pueda en nuestra balsa, de golpear con el remo a los naúfragos, de ir busca permanente de tierra para encontrar la felicidad, cuando la tierra está a solo un paso de dejar de existir.
Durante cuarenta años de lluvia ininterrumpida no se ha creado ninguna estructura alternativa adaptada a los tiempos del diluvio. Lo más que se ha hecho es sacar a los santos y a las vírgenes para que cese de llover, pero ha sido en vano. También se han organizado grandes manifestaciones para recuperar o salvar las sólidas estructuras de la era antidiluviana, pero aún así no cesa de llover. Y mientras tanto no hay nada.
No se trata de que cada uno se ponga el flotador y se tire al agua cuando estas cubran los edificios de la periferia donde vivimos o las fábricas y las oficinas donde trabajamos, sino de empezar a proyectar nuestras casas flotantes, los criaderos de algas, la democracia acuática, y hacerlo juntos, en vez de sobrevivir como se pueda en nuestra balsa, de golpear con el remo a los naúfragos, de ir busca permanente de tierra para encontrar la felicidad, cuando la tierra está a solo un paso de dejar de existir.
2 comentarios:
Este artículo es la mar de horripilante, especialmente sus dos últimas partes. Si me encuentro con ganas lo arreglaré, pero hoy no me apetece. En realidad no veo nada de color en el mundo líquido diluviano, ni en el antidiluviano tampoco.
Bueno, parece que ahora después algunos arreglillos tiene más sentido.
Publicar un comentario