sábado, 23 de abril de 2016

La carrera entre un viajero en teletransporte Vs un paseante

El viajero en teletransporte no necesita mover ni un sólo músculo. Podrá dar la vuelta al mundo sentado, si lo desea.


La famosa carrera entre un paseante y un viajero en teletransporte

Hay cosas de que nadie habla, como aquella carrera entre Dominguet en bicicleta y un automovilista, o como esta carrera entre un paseante y un viajero en teletransporte.  

Dos personas a punto de iniciar una competición que afectará completamente a su existencia. Se trata de la vuelta al mundo paseando y en teletransporte. Los viajeros iniciarán sus respectivos viajes desde el mismo centro del mundo, esto es, desde el gran Mandrid, dando una vuelta completa hasta regresar al mismo lugar de donde partieron, pero absolutamente desplazados

El caminante tardará diez años en dar la vuelta al mundo paseando, viviendo experiencias, conociendo gentes, ocurriéndole acontecimientos inesperados y asombrosos, recreando y reconstruyendo continuamente su pensamiento y su identidad. Imagino que se entretendrá por el camino con cualquier cosa. Vivirá sin duda momentos de soledad intensos. Incluso es probable que por el camino perezca. Cuando llegue de nuevo al lugar de partida, será un ser totalmente diferente. 

Dando la vuelta al mundo paseando, el caminante puede encontrarse por el camino con otros paseantes, e ir en compañía, si es que le apetece.



El viaje en teletrasporte es diferente. La lucha de opuestos entre el viaje y el traslado desaparece definitivamente, porque quizá, ni siquiera el viajero en teletranporte viaje o se traslade. Cuando inicie y llegue a su destino en un instante, cuando todo su cuerpo se descomponga en millones de átomos y vuelva a recomponerse de nuevo, después de dar una vuelta al mundo completa, ni un milímetro más, no sabrá ni siquiera se se ha movido del sitio. Y sin embargo, a pesar  de que todo ese movimiento ha ocurrido en un simple chasquido de dedos, el viajero en teletransporte habrá perdido la carrera. El paseante habrá llegado primero.

Después de tan instantáneo viaje, el viajero en teletrasporte es una persona diferente. Es cierto que su cuerpo dio la vuelta al mundo y se reconstruyó en tan solo un segundo,  pero sus ideas, sus experiencias quedaron atrás. Llegó su cuerpo, pero no llegó él.  Llegó su cuerpo, pero quedó atrás su personalidad, su identidad. Mientras el caminante tras el viaje se convirtió en muchas personas, pero continuó siendo él,  el viajero en teletrasporte se convirtió en nadie. Quizá su esencia algún día alcance a su cuerpo, pero por el momento, tan sólo es un trozo de carne.





martes, 19 de abril de 2016

La desasosegante lluvia de partículas y la conversión en langosta


 Al mismo tiempo que la amenaza de convertirnos en langosta se aproxima y se hace real, no podemos evitar dejar sentir emociones muy intensas.

Temor a convertirse en langosta


Las fábricas del gran Mandril tienen dos chimeneas, las oficinas dos contabilidades. Y a pesar de que no están necesariamente ocultas, nadie habla sobre ellas y para qué existen. Mientras tanto un avión da vueltas y vueltas en la noche. Por supuesto, hay gente que no puede dormir.

Estoy convencido de que existe una relación entre morir poco a poco con la cadera rota, las misteriosas partículas que esparcen las fábricas de las sociedad contemporánea y que nos envuelven, la conversión en langosta, y las experiencias estéticas que somos capaces de percibir. En la foto, un hombre con la cadera rota.

Encontrarse en el suelo del salón con la cadera rota y morir poco a poco, convertirse en langosta. Son los miedos de los que nadie habla en la ciudad.  Tienen que ver con esas pequeñas partículas que caen desde los aviones nocturnos, con la chimenea B de la fábrica que las esparce, con la contabilidad Otra que las presupuesta. Pequeñas partículas de sabor amargo, que absorbe nuestra piel y que nos atraviesan el pecho.  Y que simultáneamente, al mismo tiempo que nos mata, nos permite vivir experiencias emocionales y estéticas. En ese momento, cada cosa del mundo tiene significados y se respira, se puede percibir mediante la emoción.

La gente sale en busca de los otros para no morir prematuramente, para que su rostro y su piel no se parezca al de la langosta. Ese momento es tan intenso, que lo que te rodea no deja ni por un instante de ser  algo punzante. La sensación de estar vivo. Quieren compartir sincrónicamente en un mismo espacio y tiempo junto al otro esas experiencias vívidas, cuando la lluvia de partículas les atraviesa y les amenaza con convertirse en langosta. Pero es imposible. Es justamente junto al otro cuando se desvanece esta experiencia y no puede ser intensamente compartida. 



lunes, 11 de abril de 2016

El hombre al que le salía el dinero por las orejas


 Algunas consecuencias de la monetarización de la sexualidad

El hombre al que le salía el dinero por las orejas

Me sale el dinero por las orejas. No sé como ocurre, pero cuando me masturbo y llego al orgasmo,  un billete de cinco euros perfectamente enrollado me sale por la oreja. 

Un billete de cinco euros de curso legal, eso es todo lo que me sale por las orejas cada vez que me masturbo. No es mucho, en realidad es demasiado poco. Cinco euros por orgasmo no me permite liberarme de las cadenas del trabajo forzado, más bien es un pequeño complemento que monetariza mi sexualidad, y por qué no decirlo, ha trasformado mis costumbres. 

He caído en una deriva masturbatoria.  Detrás un de  un orgasmo siempre hay cinco euros. Si consiguiera veinte orgasmos al día, podría ganar cien euros diarios, tres mil eurazos al mes.  Por suerte, los expertos siempre se equivocan, si fuera por ellos, ya me hubiera convertido en la prueba viviente de que la masturbación reblandece la médula espinal y el cerebro. A estas alturas, ya habría perdido todo el fósforo del cerebro a través del semen. Me gusta pensar que la masturbación podría hacerme más inteligente, pero al estar mediada por el dinero, me temo que tampoco es cierto.

Dedico una gran parte de mi energía y mi tiempo en la creación de fantasías sexuales a todas horas, es agotador, enseguida se acaba el repertorio. Apenas tengo tiempo para escribir artículos humorísticos en este periódico porque dedico toda la imaginación posible en pensar en chicas desnudas, o al menos la suficiente para conseguir la siguiente erección. Desde que tengo el don de transformar el semen en dinero, leo menos. La masturbación es maravillosa por placer, pero agotadora cuando se convierte en trabajo.

Cada vez tengo menos amigos, aunque a veces me llaman por teléfono, pero tengo que mentir, inventar alguna excusa. Me resulta imposible admitir la verdad, esto es,  que no puedo quedar con ellos porque me tengo que masturbar. No lo comprenderían. Quedar significa perder dinero. 


 "Me inquieta la masturbación a los 90 años"


Me preocupa y mucho la vejez, la llegada de la decrepitud,  la impotencia sexual, el fin de mi singularidad, que en definitiva, no es otra cosa que mi identidad, pero que he tenido que mantener en silencio por temor a convertirme en sujeto de estudio e investigación, a perder mis cualidades, a que me abran el cráneo en busca de este secreto que se desvanecería en contacto con la luz.   Una vejez sin erecciones significa dejar de ser yo, empobrecerme. A medida de que los orgasmos se compliquen, me costará más llegar a esos cinco euros, todo ello ello agravado por una continua inflación, una perdida continúa del valor de orgasmo, y donde para conseguir la misma cantidad de dinero, deberé masturbarme el doble veces, invirtiendo cuatro veces más de tiempo.



viernes, 8 de abril de 2016

Licantropía como experiencia


 La licantropía es la experiencia central de la vida moderna


Licantropía en Mandril

 El proceso siempre es inesperado. Algo sorprendente se ha iniciado, cuando de repente, te das cuenta de que los ojos de tu interlocutor te miran con espanto. A veces sucede durante una conversación apasionada, otras, en una discusión con tus jefes. Ocurre sin darte cuenta, como el diminuto copo de nieve que provoca ese alud que sepulta ciudades enteras.  Lo niegas, pero sabes lo que te pasa, si tienes dudas, mírate al espejo. Es el espejo el que te informa finalmente: tu cuerpo se está cubriendo de pelos.

Todavía me sueño como persona. Me levanto por las noches a hacer pis creyendo que soy un hombre, y es el espejo el que me informa. Es difícil acostumbrarse a mi nuevo rostro, siempre cubierto de pelo.  Cuando sueño, a veces aparecen personas que ya no existen. Muertos que recobran la vida en la noche.  Amigos, padres, familia, congelados en el tiempo. A mi me ocurre lo mismo, pienso en mí como un hombre, pero ya no existo, y sin embargo, todavía soy.

Sentir que otros se encuentran asustados a mi lado. Oler su miedo. Percibir su inquietud, sus prisas por separarse, por alejarse lo antes posible de mí. Llevo un estigma explícito, y sin embargo, deseo entregarme a los baños de sal, escribir un interminable poemario, conversar con desconocidas, aproximarme a los niños. Observo durante un instante los ojos de los padres, y solo veo la mirada del horror. Cuerpos paralizados. Retrocedo, y me encamino a cualquier lugar en sombra, oscuro. Hacia la espesura de un hipotético bosque.

 Cuando me comporto con naturalidad, tengo apariencia abobinable

Llevo una existencia marginal, condenado a la nocturnidad, y sin embargo lo que a mí me gustan son las primeras luces del alba. Me gusta la gente, pero yo nos les gusto a ellos. No me gusta trasnochar, pero ese es el espacio donde se me ha arrojado. Ese lugar que al mismo tiempo refuerza esa imagen mía del raro, del solitario que pasea las noches en busca de otros como yo.

 A veces olvido mi naturaleza, y quedo para tomar botellines con chicas que he conocido en internet

En estos tiempo es fácil ser licántropo, basta con abrir los ojos ojos y descubrir que tu mundo se ha derrumbado. Todo ese pelo te convierte en Otro. Se pierde el trabajo, tus amigos se alejan, y al final uno se convierte en un estereotipo. Y de repente se repuebla la idea de que nos gusta la carne, por muy vegetariano que uno sea. Qué más da, es fácil vernos rebuscando en contenedores de la basura. Necesitamos el dinero como los demás. Creemos que una renta universal e incondicional, podría conseguir que se nos viera con rostro humano, pero tal idea es rechazada por todos, a pesar de en cualquier momento uno puede convertirse en un monstruo, como yo. La licantropía aumenta cada día, según la estadística.

 Se nos niega la asociación porque dicen, que existe una tendencia a lo ilícito, que si nos juntamos podríamos asaltar gasolineras. Dicen que la soledad es el espíritu del licántropo, yo no lo creo, solo sé que nos desplaza hacia la periferia, cada día un milímetro, otro más, hasta caer en esa parte oscura, fuera de la ciudad, donde nadie nos ve, donde no vemos a nadie.


 
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