En la imagen un protaurino utilizando su cuerpo en llamas como medio para sensibilizar a la opinión pública con el fin de conseguir la prohibición de la prohibición de la tortura
¡Desobediencia civil!
¡Desobediencia civil!
Los taurinos se han puesto en pié. Han apagado sus puros y ya están en marcha. Ahora son imparables. Practican la satyagraha, la resistencia pasiva, la acción no violenta, la desobediencia civil. Sin miedo a la represión y ante el desconcierto general muestran a la luz del dia sus torturas colectivas.
Día tras dia los taurinos practican la torturan en plena via pública, aún a riesgo de multas o prisión. Efectivamente; las cárceles se llenan de protaurinos dedididos a pasar a la acción. Y así, llevan hasta las últimas consecuencias la defensa de la libertad de la tortura rociándose de gasolina e inmolándose ante muchedumbres asombradas. Dicen ¡Ay ay! caen y se agitan en el suelo antes de morir. Ante este espectáculo incendiario las gentes se arremolinan a su alrededor pidiendo más. Pasados algunos cientos de años, la tradición demandará un hombre en llamas agitándose en el suelo. Un nuevo espectáculo de masas estará a disposición del control social, algunos trasnochados saldrán a la calle para defender la vida de los protaurinos. La gente se mofará de ellos, pero quizá un dia se recojan suficientes firmas para presentar una iniciativa legislativa popular.