La licantropía es la experiencia central de la vida moderna
Licantropía en Mandril
El proceso siempre es inesperado. Algo sorprendente se ha iniciado, cuando de repente, te das cuenta de que los ojos de tu interlocutor te miran con espanto. A veces sucede durante una conversación apasionada, otras, en una discusión con tus jefes. Ocurre sin darte cuenta, como el diminuto copo de nieve que provoca ese alud que sepulta ciudades enteras. Lo niegas, pero sabes lo que te pasa, si tienes dudas, mírate al espejo. Es el espejo el que te informa finalmente: tu cuerpo se está cubriendo de pelos.
Todavía me sueño como persona. Me levanto por las noches a hacer pis creyendo que soy un hombre, y es el espejo el que me informa. Es difícil acostumbrarse a mi nuevo rostro, siempre cubierto de pelo. Cuando sueño, a veces aparecen personas que ya no existen. Muertos que recobran la vida en la noche. Amigos, padres, familia, congelados en el tiempo. A mi me ocurre lo mismo, pienso en mí como un hombre, pero ya no existo, y sin embargo, todavía soy.
Sentir que otros se encuentran asustados a mi lado. Oler su miedo. Percibir su inquietud, sus prisas por separarse, por alejarse lo antes posible de mí. Llevo un estigma explícito, y sin embargo, deseo entregarme a los baños de sal, escribir un interminable poemario, conversar con desconocidas, aproximarme a los niños. Observo durante un instante los ojos de los padres, y solo veo la mirada del horror. Cuerpos paralizados. Retrocedo, y me encamino a cualquier lugar en sombra, oscuro. Hacia la espesura de un hipotético bosque.
Cuando me comporto con naturalidad, tengo apariencia abobinable
Llevo una existencia marginal, condenado a la nocturnidad, y sin embargo lo que a mí me gustan son las primeras luces del alba. Me gusta la gente, pero yo nos les gusto a ellos. No me gusta trasnochar, pero ese es el espacio donde se me ha arrojado. Ese lugar que al mismo tiempo refuerza esa imagen mía del raro, del solitario que pasea las noches en busca de otros como yo.
A veces olvido mi naturaleza, y quedo para tomar botellines con chicas que he conocido en internet
En estos tiempo es fácil ser licántropo, basta con abrir los ojos ojos y descubrir que tu mundo se ha derrumbado. Todo ese pelo te convierte en Otro. Se pierde el trabajo, tus amigos se alejan, y al final uno se convierte en un estereotipo. Y de repente se repuebla la idea de que nos gusta la carne, por muy vegetariano que uno sea. Qué más da, es fácil vernos rebuscando en contenedores de la basura. Necesitamos el dinero como los demás. Creemos que una renta universal e incondicional, podría conseguir que se nos viera con rostro humano, pero tal idea es rechazada por todos, a pesar de en cualquier momento uno puede convertirse en un monstruo, como yo. La licantropía aumenta cada día, según la estadística.
Se nos niega la asociación porque dicen, que existe una tendencia a lo ilícito, que si nos juntamos podríamos asaltar gasolineras. Dicen que la soledad es el espíritu del licántropo, yo no lo creo, solo sé que nos desplaza hacia la periferia, cada día un milímetro, otro más, hasta caer en esa parte oscura, fuera de la ciudad, donde nadie nos ve, donde no vemos a nadie.
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