martes, 31 de diciembre de 2013

Un plan quiquenal de nueve años apunto de fracasar antes de comenzar




Dominguet en su despacho-salón comedor- taller, y sin peluca, antes del derrame cerebral, durante su lectura matinal de "¡Terrible!" mientras planifica su plan quinquenal de nueve años, que podría ser para empezar no cortarse ni un pelo y calefacción en invierno

Plan quinquenal al borde del fracaso

Quiero tomar las riendas de mi existencia de una vez y llevar a cabo, sistemáticamente, todos los proyectos para el año 2014. El asunto es mucho más grave de lo que aparenta, porque 2014 tan solo sería el primer paso de un ambicioso plan quinquenal. Un plan quinquenal que duraría nueve años. 

A la pregunta "¿En qué consiste el plan quinquenal de nueve años?", tan solo puedo responder; "No tengo plan". Para preparar mi plan necesito al menos un mes dedicado exclusivamente a ello, a escribir los proyectos, mis necesidades internas y externas, hacer algunos dibujitos, diagramas, esquemas y gráficos,  agrupar los proyectos por intereses y los intereses por proyectos, encontrar un objetivo final y algunos objetivos parciales, preparar un gran mural y exponer todo ello en la pared de mi salón, de manera que esté perfectamente visible desde el sofá con el fin de que permanezca constantemente presente en mi vida cotidiana. Tengo algunas ideas, si, pero todavía son ideas vagas y sin estructurar, como dedicarme a la farsa, estudiar el humor desde cualquier disciplina, aprender a escribir y hablar en público, ser titiritero, dejar el trabajo, conseguir dinero, en fin, lo clásico, y todo ello acompañado de una carga de profundidad que de coherencia al plan quinquenal de nueve años, ya sabes, salvar al mundo o algún asunto similar, como liberar a todos los esclavos de la Tierra, pero no es suficiente. Un plan de este tipo no puede abandonar a su suerte el espinoso asunto de la soledad y el pegajoso amor,  requiere estudio y determinación, pero eso es lo de menos. 

Antes de iniciar la escritura del plan es preciso dar un primer paso decidido, reunir a la familia, amigos y desconocidos alrededor de una mesa y servirles algo de cenar. La idea es que en mitad de la cena me ponga en pié y tintiné la copa de vino con un tenedor mientras me encaramo a la silla para anunciarles algo sorprendente, una buena y una mala noticia. "La buena noticia"- diré a los reunidos- "Es que cambiaré de nombre, de ropa y de cara", "¿Y la mala? - me preguntarán- "La mala noticia es que haré la misma vida de siempre"




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