He buscado por todos los lados una fotografía del oráculo del gran Mandril, pero no he encontrado nada. Así que he tenido que hacerle un dibujo. Las orejas puntiagudas y el color verde de su rostro es un licencia artística. Mis enemigos dicen que dibujo no se corresponde con la realidad del oráculo. Es posible, nunca lo he visto. Los detractores del oráculo afirman que jamás ha existido, que quizá sea una metáfora. Lo que es seguro es que jamás sabremos lo que significa
Oráculo
En el mismo centro del gran Mandril se encuentra el oráculo que todo el mundo visita. Hay qué pedir hora, por cierto, para consultarlo.
La cola es enorme. Da varias vueltas a la manzana. Miles de personas esperan su turno. Estadistas, inversores, estudiantes, politocólogos, empleados y desempleados, por decir algo. Todos quieren acceder al futuro. Cuando por fin traspasamos el umbral del oráculo encontramos un hombre barbudo sentado junto a una mesa y rodeado de millones de libros. Su saber es enciclopédico. Nada escapa a su conocimiento. Geopolítica, biopolítica, micropolítica, incluso finanzas. Todo dispuesto para aquellos que deseén encontrar una solución, una decisión, entrar en acción. Sus respuestas evidentemente son contradictorias.
Cuando un partidario de la eugenesia llama a su puerta, el hombre barbudo responde " Hay que esterilizar a dos terceras partes de la población". Si usted cree en el decrecimiento, el hombre barbudo avisará, "Hay que poner en común los recursos" Si un neoliberal pide su consejo, el hombre barbudo contestará, "Saqueé". Como habrán comprobado, las respuestas que ofrece el oráculo son individualizadas, de manera que todo el mundo sale contento de ese pequeño y asfixiante templo del saber. ¿Cómo imaginar que el gran oráculo de Mandril podría tener enemigos? Y sin embargo el oráculo ha muerto. Su cadáver ha sido encontrado semienterrado entre pilas de revistas y libros usados. Nadie lo sabe. Murió cuando su memoria echo de menos un nombre. Un recuerdo juvenil, quizá, un beso, o simplemente un pensamiento olvidado. En uno de los últimos anaqueles de la estantería guardaba un cuaderno, un territorio escondido donde dormía su pasado. En su búsqueda la librería cedió. Y ahora que ha muerto el oráculo hay que descubrir la moraleja que encierra todo este asunto. Probablemente se resuma en esta enigmática frase que he encontrado: "Hay que fijar las estanterías a la pared para evitar morir aplastados".
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