martes, 16 de junio de 2015

Un avión da vueltas y vueltas alrededor del gran Mandril


Inmensas letras que pueden verse incluso mientras dormimos

Un avión que sobrevuela el gran Mandril

Un avión da vueltas y vueltas sobre la ciudad. Tras de sí, lleva colgando un enorme cartelón con una gran inscripción que dice: "'¡Viva la Muerte!", que puede verse desde cualquier punto de Mandril.

No sé quién pilota ese avión, lo llevo viendo en el cielo desde pequeño, dando vueltas alrededor de la ciudad. Entonces pensaba que llevaba bombas nucleares en su interior, ahora sé que las lleva. No sé a quién pertenece el avión, ni quién paga al piloto, o quienes confeccionaron esas enormes letras del cartelón -pesan tanto, que un solo hombre no pudo hacerlas-. Inmensas letras fosforescentes que pueden verse incluso mientras dormimos.

Hay días que el avión cambia de cartel. Antes de ayer ponía: "¡Matad al graciosillo!" En veinticuatro horas murió. No murió por contar chistes, evidentemente. Murió porque hay cosas que no pueden decirse. No se puede decir "Todo es de todos", no está bien visto en el gran Mandril del siglo XXI. No está bien visto pensarlo siquiera, porque si uno lo piensa, es probable que más tarde lo diga en alto, y una vez que se dice, quizá uno quiera realizarlo; convertir un pensamiento en realidad.  Es mejor matar al graciosillo antes de que, efectivamente, llegue a hacerlo. 

No, el chiste no era el problema. Hay un cadáver en las calles de un graciosillo. Una enorme carcajada cubre la ciudad, tan densa, que nos impide pensar libre y fluidamente. Me acuerdo de repente de esos muertos expuestos durante meses en las plazas, como advertencia. El avión da vueltas día y noche sobre la ciudad, lleva su enorme cartel al viento.  


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