lunes, 2 de noviembre de 2015

Problemas en el club de sabios


Momento en el que me invitan mediante carta, a participar en el club de sabios

Problemas en el Club de Sabios

 La situación es crítica, los problemas han dejado de acechar para caer definitivamente sobre nosotros. Pesan mucho y nos resulta casi imposible respirar. Con tanto peso apenas podemos pensar, así que nos dividimos en dos grupos para resolver la situación: unos se encomendaron a un santo, al que encendían velas por las noches, y el otro grupo se decantó por delegar en una comisión de sabios. 

Me gustaría explicaros cómo fue seleccionado el grupo de sabios, pero no lo sé, quizá sucedió mediante oposición. Sin embargo es posible que fueran elegidos mediante libre designación, esto es, a dedo. Quizá hubo dinero por medio. Si un reducido grupo de personas se iba a dedicar a pensar el mundo, lo más práctico era situar a uno de los tuyos en la comisión que iba a alterar para siempre el futuro del hombre. Sea el que sea el sistema de elección lo sorprendente siempre ocurre, y yo, recibí un telegrama que confirmaba mi ingreso. Quizá una equivocación. Sin embargo, oficialmente me había convertido en un sabio.

Me interrogo sobre el sistema de selección. Creo que fui un error. Soy el único de los sabios que solamente tiene el graduado escolar y que trabaja de machaca en una cocina, el rostro más envejecido que el resto, la voz más quebradiza. Hago verdaderos esfuerzos para que en los debates de la comisión nadie perciba a través de mi voz mi fragilidad. No conozco a nadie, ellos ya se conocen. Oculto mi origen, mis gustos. A la pregunta de "¿A qué te dedicas?, respondo con evasivas. No es solo el miedo a no ser un sabio, a no dar la talla, sino a ser descubierto: un infiltrado, un fraude.

Se creó la comisión de sabios porque apenas quedaba aire para pensar, porque apenas quedaba tiempo, porque había siempre ruido, porque siempre estábamos cansados, porque los compromisos se iban acumulando. No se puede pensar bien con miedo, con frío, con sueño. No se puede pensar bien si estás melancólico, si desconfías de todos. Pensábamos, pero entonces comenzaron los problemas; algunos de nuestros pensadores se atrevieron a decir que pensar demasiado podría provocarnos un derrame cerebral.  Después de pensarlo un poco, se propuso dejar de pensar. Se pensó que era mejor encomendarnos al santo, y le encedimos velas al caer la noche. Cuando la comisión de sabios se reunió por primera vez para rezar, no me lo pensé dos veces, y escapé por la ventana.











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