Molarían más si pudieramos verlos todos los dias antes de ir al trabajo
Arte e incentivo termonuclear
¿Donde están las decenas de miles de misiles nucleares? Unos apuntan aquí y otros apuntan allá, pero lo importante es que siempre nos están apuntando.
Visualicen esta curiosa situación. Un misil de cien kilotones nucleares en la India apunta a Islamabad. Por otra parte, un misil de cien kilotones en Paquistán apunta a Nueva Delhi. Hasta aquí todo correcto. En cualquier momento pueden desintegrarse millones de personas, hasta que entre la multitud una especie de antiartista tartamudo levanta la mano y lee un pequeño texto: "Efectivamente, si todas las ciudades se encuentran en peligro de muerte, ¿qué nos importa el origen de la amenaza? Si lo que se pretende es encontrarse en permanente riesgo mortal, ¿qué más da la procedencia del misil? ¿Acaso no se trataba de vivir bajo la sombra de un miedo perpetuo?. Así, como creador sin obra, mi proyecto dotará a cada ciudad de una bomba nuclear insertada en la punta de una espada descomunal que suspendida en el aire mediante cuerda, hilo o un fino alambre deteriorado, se encuentre siempre próxima a precipitarse sobre Mandril. Lo verdaderamente importante de esta instalación es que al despertar, abrir la ventana, y dejar que el leve sol otoñal acaricie la piel del hombrecito u hombrecita, uno advierta se encuentre donde se encuentre, que sobre Mandril una espada atómica suspendida de un hilo siempre estará dispuesta a evaporarle. El antiartista cree los espectadores de la obra que circulan por la ciudad durante años y años, tendrán ahora si, presente la finitud de la vida. Es posible que se entreguen al nihilismo y traten de calmar su angustia existencial mediante un acelerado proceso autodestructivo. O quizá, se atrevan a buscar a los que aman. Y llegado a este punto, con un misil dispuesto a fulminarlo todo en cualquier instante, alguién, quizá Dominguet, mangue dos membrillos del Carrefour
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