El problema es el siguiente. Si decidimos morir politicamente y convertirnos en viejos bomba generando micro explosiones, debemos ser cuidadosos de aquí en adelante, más que nada, para no provocar algún pequeño manchurrón de hollín en el suelo.
La muerte futura
Los mandrileños se van a morir a Zúrich, ¿pero por qué morir en Zúrich pudiendo morir en Mandril?
Por favor, no miren el calendario, es mejor no hacerlo. Lo cierto es de 47 millones de mandrileños en 2014, seremos 42 millones en 2050. Esto es, los nacidos entre 1960 y 1980 ya estaremos muertos. Muy muertos. Algunos, pocos, se habrán encaminado a Zúrich -con billetes de solo ida- Todavía puede escucharse el eco de las palabras de Cristine Lagarde, esas palabras que decían que ibamos a ser un problema para la economía.
Para morir ya no eran necesarias las pastillas que uno podía conseguir en Zúrich. Para morir, lo que había que hacer era:
- Reducir los sueldos
- Eliminar servicios sanitarios ( Ya saben, de tal manera que cuando uno se quería dar cuenta, ese simple grano, podía convertirse en alguien al servicio de la economía)
- Introducir la mala vida
- Ir acabando con la alegría
-Aumentar la edad de jubilación
- Reducir las pensiones
En Mandril, en tiempos del Partido Popular, se construyó una enorme estatua dedicada a Christine Lagarde. Era tan grande, que todos los días teníamos que pasar por debajo de las piernas de Cristine. A sus pies, una leyenda: "Hay que hacer algo con los viejos"
Morir en Suiza era caro. No todos podíamos desaparecer dignamente en Zúrich. El resto, la mayor parte, moría en silencio en sus pisos de Mandril. El Partido Popular, ya con un discurso moderno y sin complejos lo decía "¿Por qué el Estado debería financiar la muerte de los viejos? ¡Qué hubieran ahorrado para viajar a Zúrich! ¡Qué hubieran estudiado!" Y la gente aplaudía a rabiar
En realidad no era preciso viajar a Zúrich. La esperanza de vida ya había caído y los pobres morían antes -Bueno, en realidad todavía se creían el rollo ese de que eran clase media- a veces, ni siquiera llegaban a viejos. Esto, claro, aumentó la productividad.
Lo bueno de que la muerte formara parte de la agenda política, era precisamente eso, que la muerte se había convertido en un asunto político. Todos podíamos hacer un último gesto político, por ejemplo:
A) Morir en silencio en nuestros pisos
B) Viajar a Zúrich
C) Convertirnos en viejos bomba.
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