domingo, 19 de julio de 2015

Despertar con 47 años



Llegada al país de los cuarenta y siete
Una especie de ejercicio de optimismo

Ya ha sucedido, he llegado a los cuarenta y siete años. Y sin embargo todo es muy parecido, las cosas permanecen en el mismo sitio.

Todo es igual. Si la existencia es un viaje, es un viaje en forma de bucle. Sin embargo, aunque parece el mismo sitio, no lo es.

La tierra de los cuarenta y siete años, es el lugar de la degradación y del desvanecimiento de lo juvenil, por eso he agradecido que me regalaran un bastón eléctrico. Sin embargo, a pesar del cieno y lo fangoso y lo turbio de este mundo, quizá haya algo de maravilloso en este país. Habrá que tratar de descubrirlo.

Quizá en estos momento se sucedan acontecimientos asombrosos, que un gran meteoro esté cruzando el horizonte, y que un gran arco iris nocturno se aparezca, a plena luz del día, en el gran Mandril. Quizá yo esté naciendo. No puedo descartar esta hipótesis. Quizá esté tocando la trompa en una charanga de Vallekas, o hable fluidamente, sin atisbo de tartamudez, sin que la mente se quede en blanco, donde me desbordo continuamente. A ese lugar de los cuarenta y siete, es al que he ido a parar, aunque todo parezca igual.

Mantengo la teoría de que para descubrir el mundo verdadero, pero invisible a la vista en el que estoy viviendo -y que es mucho más chulo e intenso-,  tan solo tengo que dar la vuelta al universo, como si este fuera un calcetín.


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