miércoles, 21 de octubre de 2009

¿Por qué los obreros viven con sus novias y novios o comparten piso?


Instantanea de Dominguet haciendo horas extras y turno de noche con el fin de ser feliz y conseguir un dormitorio donde jamás dormir en él

¿Por qué los obreros tienen más hijos que los ejecutivos?


Efectivamente. Mandril se construyó pensada para que vivieran ejecutivos. Es decir, con pisos que pudieran alquilar ejecutivos. Los obreros, como en Palestina, viven fuera de Mandril, pero acuden puntualmente a diario a sus trabajos donde reducirse de tamaño.

Y esto es una gran noticia. ¿Usted como propietario a quién desea tener por inquilino? Yo se lo diré; a un ejecutivo. Lamentablemente los obreros se empeñan en vivir en la ciudad. Para poder pagar la mensualidad del alquiler se echan novios, o viven en comunidad compartiendo el mismo piso, y eso, claro, lleva a la promiscuidad. Ya lo hemos dicho aquí muchas veces, el roce genera cariño, y el cariño muchas veces lleva al amor, y el amor, a veces, nos trae intercambio de fluidos. Intercambiar fluidos puede embarazar a las chicas, y si nacen niños entre los obreros, esto lleva irremediablemente a un aumento de esclavos. Por otra parte Dominguet desea experimentar que es exactamente vivir a su bola en un piso. Pero como Dominguet es un obrero se le exige embarazar a las chicas y traer al mundo futuros cachorros para que sean policias, o en su defecto compartir piso que le llevará a emparejarse e intercambiar fluidos y todo lo demás. Algunos de ustedes dirán: "¡Si existen estudios económicos!" Pero los estudios no son pisos y carecen de dormitorio. Lo sabemos, los obreros no necesitan de dormitorio, ¿para qué desean dormir? Ellos lo que necesitan es trabajar, para eso son obreros, para hacer pluriempleo, y si trabajan mucho quizá puedan tener un dormitorio. ¿Pero para qué quieren un dormitorio en su piso si están siempre trabajando? No lo sabemos.

2 comentarios:

PELLICER dijo...

Pues es muy cierto: yo ni siquiera tengo cama porque no me cabe por la puerta. Reposo -que no descanso-en un sofá destarlado que ya estaba dentro de la micro buhardilla que habito, en el centro del Rastro.

Tu texto me ha descubierto la verdad: toda la culpa es mía por empeñarme en no pasar tres horas diarias en los trenes de cercanías y querer vivir en la ciudad sin ser ejecutivo agresivo/agresor.

Ahora mismo voy a postrarme ante el presidente de la Confederación de Empresarios y a suplicar el perdón por mi vileza.

Dominguet dijo...

¡No desesperes!

 
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