domingo, 14 de febrero de 2010

Hacia un cambio de modelo productivo antisuicida



En una sociedad antisuicida es probable que se regulara el suicidio colectivo



Ejercicio primero

Imagine una palabra. "Antisuicidio" por ejemplo, y elabore un mundo donde todas las relaciones entre personas y cosas estén determinadas por esta idea.

La altura de las casas sería relativamente baja. Efectivamente, la altura recomendable sería aquella en la que al saltar desde la azotea el suicida tan solo se torciera el tobillo. En el caso en que la realidad nos obligara a la construcción de gigantescos edificios, encontraríamos ventanas selladas y blindadas. Ningún hombre desesperado podría arrojarse a través de ellas. La experimentación con nuevos materiales antisuicidio cubriría la ciudad de una superficie elástica, donde hombres y mujeres rebotaran al caer de cierta altura. Trenes y coches dispondrían de un sistema que evitara la muerte al impactar el cuerpo de un hombre desesperado al arrojarse a su paso: una especie de red o contenedor adaptado para recoger el cuerpo en vez de ser arrollado. En alimentación, una profunda regulación impediría el suicidio de miles de niños que al abrir la nevera descubrieran lonchas de mortadela en su interior. En una economía antisuicida nuestras libertades quedarían limitadas al impedirnos elegir entre un producto con veneno y otro sin veneno. Mucho nos tememos que no podriamos usar pesticidas libremente. El cáncer sería elevado a la categoría de enfermedad profesional. Se investigaría en la fabricación de un gas respirable y no explosivo, y de una alta tensión que no friera al suicida. Todo hombre podría llegar a ser psiquiatrizado si acudiera a la piscina sin su correspondiente flotador. Cuchillos y tenedores serían sustituidos por palillos. Zonas verdes, pastillas de colores, una programación estimulante y sueldos vigorizantes estarían a disposición de la salud mental y la autoestima universal. En cuanto a las cuchillas de afeitar, creemos que todo el mundo llevaría su larga barba y sus pelusas con orgullo

4 comentarios:

PELLICER dijo...

Por lo que veo, en la sociedad antisuicida también estaría muy dificil el asesinato, que es mucho más productivo.

En todo caso, el Estado se reservaría el derecho al uso de la violencia -en caso contrario, no sería Estado- así que el que quisiera morir sólo tendría que retar a la autoridad competente y pronto se vería felizmente reducido a la condición de cadaver.

Domionguet dijo...

Pues si Pellicer. El suicida encontraría siempre un resquicio legal para recibir una buena paliza, un tiro en la nuca o dos en la espalda. Sin embargo algunos oficios serian completamente suicidas. Un estado competente los eliminaría o los transformaría. ¿Existirían las cobayas humanas?

PELLICER dijo...

¿Te parece poco cobayismo interaccionar con un mundo almohadillado en el que no puedes hacer otra cosa que esperar la muerte de forma pasiva?

Ah, perdona, eso ya está inventado: se llama cristianismo (o biopolítica, como dicen los neo situacionistas de Tiqqun)

Deja que te diga que tu post es muy acertado. Tratas de los dos únicos temas reales de nuestras vidas: la muerte y el suicidio.

Todo lo demás es anécdota y subjetividad, incluído el sexo, que es también una representación de la muerte voluntaria.

Saki dijo...

Dominguet y Pellicer, el suicidio es el acto supremo del hedonismo. Todo suicidio es un acto sexual.

Tu mundo antisuicida es ascético, Dominguet.

Tiene razón Pellicer cuando lo liga al cristianismo y al positivismo biopolítico.

 
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