¡Viva lo curvilineo! ¡Muerte a lo rectilineo!
En el breve tiempo que le queda a Dominguet entre el desayuno y la jornada laboral, es decir, su tiempo libre, y que transcurre en el metro, trata de hacer un esbozo mental de un urbanismo hecho por todos, pero donde la individualidad no se pierda.Ya tiene algunos apuntes en la cabeza, lástima que mañana se haya olvidado.
Grandes avenidas amables, bulevares anchos y calles rectilineas, ¿no permiten acaso la entrada de tanques a los barrios más díscolos, de tal manera que con un simple golpe de vista se divise a los malandrines que levantan una simpática bandera roja desde el balcón? Un solo cañonazo y el porvenir se evapora. Desde las azoteas un francotirador a sueldo lleva el terror a una población disidente. ¡Qué fácil es disolver a un puñao de hombres y mujeres inquietas que avanzan decididas por esas amplias calles amables!. Dominguet está a favor de lo amplio, claro, más que nada porque le gusta el horizonte y el sol, pero prefiere un barrio sinuoso, lleno de curvas, de callejuelas, de inesperadas plazuelas, de laberintos aquí y alllá, donde los revoltosos aparezcan y desaparezcan y los tanques queden atrapados por las estrecheces de las calles, donde el ángulo de visión de las cámaras de vigilancia y la perspectiva las transforme en un trasto facilmente destrozable. Un cacharro inoperativo. Donde cualquier vecino pueda ser la amenaza a las amenazas en vez de un blanco perfecto ¿Se están llenando las calles de Mandril de pringaos?, ¿esto tiene algo que ver con los barrios rectilineos?Apunten: Es hora de los barrios curvilineos y laberínticos, luminosos, de aire fresco.
2 comentarios:
Durante la guera de la indendencia de Argelia, en Argel, ciudad de calles sinuosas y laberínticas, los insurgentes pintaban las fachadas de las casas durante las escaramuzas para que el ejército francés se desorientara y se perdiera, y valla si lo conseguían.
Si, ¡viva el urbanismo curvilíneo!, es más, ¡¡viva el urbanismo laberíntico!!
Estoy pensando ultimamente como podría ser más o menos una ciudad que molase. Por otra parte, no sé si era una pesdilla o que, al final de la siesta se me ocurrío (vi con claridad en un sueño) un rascacielos desmontable en placas articuladas. Permitía cambiar de forma y altura a conveniencia y transformarse de arriba a abajo en pocos minutos.
Una precisión técnica; este original sueño fué fruto de un micropeta que fumé antes de dormir la siesta, y al parecer no debo estar muy acostumbrado
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