lunes, 18 de noviembre de 2013

Mandril o la fábrica de hacer poetas

Un día desapareció, pero apareció un poeta

Sarrionandia en Mandril

Aunque parezca que corren malos tiempos para los poetas, siempre abocados a la locura, el hambre o la cárcel, uno pensaría que la poesía se está aproximando a su fin. En realidad ocurre lo contrario, nunca han existido tantos poetas como hoy, pero hoy ya no significa nada.

De entre todos los inconvenientes de Mandril tan solo hay uno que es irreprochable; que Mandril es el lugar del mundo más apropiado para ser poeta. Es una de esas paradojas que siempre ocurren en esta ciudad, cuantos más obstáculos encuentra la poesía, más poetas aparecen. O mejor dicho, desaparecen.

De vez en cuando desaparece un hombre de la cárcel y aparece un poeta. En 1985 desapareció Sarrionandia de la Cárcel de Martutene,  una de esas prisiones a las afueras de Mandril, y apareció un poeta.  Desde entonces, cada vez que aparece un poeta, desaparece un preso, y así no hay manera de llevar a cabo una política penitenciaria eficaz. Siempre ocurre lo mismo, en cuanto un hombre o mujer quiere respirar aire fresco, se convierte en poeta, y entonces comienza la fuga de la prisión. 

Para evitar la fuga de los hombres se ha extendido la cárcel a toda la ciudad, pero no es suficiente. Si no queremos poetas solo nos queda un remedio; llevar la cárcel a todo el mundo, esto es, encarcelar a todos los hombres y mujeres de la Tierra. 

Encarcelar a todos los hombres y las mujeres de la Tierra, parece una buena idea. Si transformamos el planeta en una inmensa cárcel, de tal manera que ya no exista el exterior a la prisión, es decir, ningún lugar donde fugarse, los presos no podrán escapar y por tanto no podrán aparecer los poetas. Esto es falso: una cárcel donde es imposible la fuga, solo puede tener un final: la transformación de todos los hombres y mujeres del mundo en poetas. Dicho en otras palabras; la destrucción total de la cárcel planetaria.



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