¿Por qué tenemos branquias?
La construcción de una enorme rueda de 500 metros de diámetro y una base de 100 de ancho, fué aplaudida por todos. Esta rueda podía destruir cualquier cosa a su paso. Podemos decir que por donde pasaba la rueda jamás volvía a crecer la hierba.
Al principio esta descomunal rueda era facilmente controlable. Giraba a una velocidad que no superaba el paso de un soldado en una marcha militar. En los comienzos, la rueda se utilizaba para desbrozar los campos, pero pronto se encontró un uso militar, dirigiéndola contra poblaciones enteras. Nadie podia detener la rueda. Y así se remodelaron ciudades; arrasando barrios populares. Se construyeron autopistas y canales donde circularian millones de litros de petroleo y túneles sin fin. Sin embargo; para realizar estas grandes obras en un breve lapso de tiempo era necesario incrementar la velocidad de la propia rueda. Y se consiguió, no sin antes perder el control sobre ella. Cada vez iba más rápido, y el mando a distancia no servía para teledirigirla. La rueda era autónoma. Nadie estaba a salvo de ella. En pocas horas podía dar la vuelta al mundo atravesando montaños y mares esquilmando el fondo marino. No había tiempo para que las semillas germinaran, ni casa que durara en pié. La rueda todo lo aplastaba. Así es como el hombre volvió al mar. Y desde entonces flotamos y buceamos libres en las cristalinas aguas marinas. Es por ello, por los que los mandrileños, amantes de la perfección, hemos conseguido llevar nuestras branquias con orgullo.
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