¿Esto es gracioso o no lo es?
Sobre el juerguismo revolucionario
El debate está abierto. Los figurantes en "To be or not to be" de Lubischt decían cuando querían incorporar una nueva idea al libreto: "nunca hay porque despreciar una carcajada"
En Mandril se vive una tragicomedia a escala cósmica. Al final, todo acaba mal, por lo que reirse, bueno, podría llegar a ser disparatado. Liquidar a un capullo es una gilipollez mientras exista la muerte natural. Me explico. Hace años que Dominguet quería hacer una gran fiesta cada vez que un capullo muriera. No hacía falta matarlo, tan solo esperar a que el tiempo pasara. Si hubiera que emborracharse cada vez que un capullo muere Dominguet hace mucho tiempo que habría muerto alcoholizado. Entonces, ¿podemos construir un juerguismo revolucionario? Mucho me temo que si impregnáramos de una sustancia corrosiva toda la pasta que cayera en nuestras manos con el fin de que se desintegrara un mes más tarde, destruiriamos el dinero, si, pero también se producirían algunos dramas familiares en el extrarradio. ¿Eso es divertido?. ¿Qué hacemos, alargamos el cerebro a esos pobres incautos que se acercan a una falsa clínica de estiramiento de pene sin que lo sepan? Nuestro Juerguismo revolucionario ha de ser sensible, si, ¿pero como de sensible?, ¿hasta el punto de que deje de ser gracioso? Y si no es gracioso, ¿qué tipo de juerguismo es ese?
3 comentarios:
Dominguet, la juerga debe ser independiente de la excusa, mas que nada para evitar el peligro de que la carga ideológica nos la joda.
Y es las ideologías tienen en común con las religiones que ambas son una campaña permanente contra el buen humor.
En cuanto a la cirrosis por la celebración de la muerte de capullos...yo entregaría mi hígado bien gustoso si tuvieran el detalle de morirse más amenudo, incluso todos a la vez.
Orola, los gatos son muy autónomos a la par que golfos. Capaz es el minino de la foto de haberle vaciado la nevera a su perplejo cuidador. Cuando les gusta algo no se cortan. Yo compartí cajón de arena con uno que enloquecía por el jamón serrano. No me mataba para quitármelo porque no sabía disparar.
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