jueves, 20 de febrero de 2014

Los peligros del uso de la imaginación para transformar la realidad

Deseo cambiar la realidad con la mente, pero resulta que solo es posible transformarla con el cuerpo. Mediante la fantasía, la imaginación, la evocación, y  la ensoñación, es muy difícil, quizá incluso imposible modificar lo real. Quizá sea escapismo, una dejación de mis responsabilidades como ser humano, una forma tolerada de locura; aún así lo sigo intentando.

Mando a distancia para cambiar la realidad

Pongo la mano sobre un libro con la esperanza que toda su información atraviese mi cuerpo hasta llegar a una parte accesible del cerebro, pero no funciona. Trato de comunicarme telepáticamente con las chicas que me gustan, desnudo sobre la cama, pero creo que no reciben nunca el mensaje, malgasto el tiempo queriendo mover pequeños objetos con la mente, preparándome para guerras psíquicas, pero me aburro y abandono mi potencial, si es que existe, y me pongo con asuntos mundanos que nunca se acaban, como limpiar el polvo. Por las noches imagino que me cubro de poderes, que acabo de una vez por todas con la enfermedad y la muerte -sí, aunque provoque superpoblación y hambrunas- Trato de vender mi alma al diablo a cambio de un mando a distancia, pero lucifer fue asesinado hace tiempo en la revuelta de los ángeles contra dios. Así que tengo que imaginármelo, inventarlo, pintarlo. Este sería mi posible mando a distancia con el que intervenir en la realidad:

Mando a distancia para cambiar la realidad desde cualquier lugar, en su casa, durante las vacaciones en la playa, en el metro rumbo a la nada

Un mando a distancia, de tal manera que tan solo pulsando un botón, las cosas aparezcan y desaparezcan. A mi me gustaría utilizar este mando anónimamente, aunque últimamente creo que es preciso hacer aparición en el mundo por aquello del crecimiento personal. Es probable que el uso de este mando vaya en contra de la democracia representativa, incluso que me crezca el bigote. Aunque prometa el uso consecuente del mando a distancia y provoque grandes desastres naturales en Carolina del Norte, el envió de rayos fulminantes contra los cuerpos de los ochenta y cinco hombres más ricos del planeta, o la desintegración del Rey o de Felipe Gonzalez, porque si, porque me caen mal y porque un día es un día, por diversión, sé que a larga podría convertirme en un capullo. Me imagino llevando una existencia gris y neutra, hasta cierto punto degradante, moviendo piedras sin fin, rodando ladera abajo de la montaña, y en mi tiempo libre, por muy pequeño que fuera este, pasaría el rato provocando incendios e incidentes internacionales. Lamentablemente, con tanto poder acumulado en un pequeño artefacto de bolsillo, es posible que un día inicie el mal, es decir, que liquide mediante mi maquinita del bien, a un idiota ¿Pero cómo es posible estar seguro de estar matando a un idiota y no a un superdotado? Yo mismo parezco un idiota; oculto mi potencial intelectual para no parecer demasiado imbécil, y paradojicamente, de tanto ocultar mi potencial y por ende, de no utilizarlo, me he convertido en un idiota. No sería extraño que un día, otro idiota, me desintegrara accionando un botón.


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