miércoles, 22 de octubre de 2014

El ejército surrealista de viejos de Mandril

Imagen recreada por ordenador de  un posible militar del ejército surrealista de Mandril


 El ejército surrealista de viejos de Mandril

Quisiera compartir con los lectores de este periódico algunas reflexiones sobre un futuro  e hipotético ejército surrealista para esta ciudad. Se trata de una inquietante propuesta; la creación de un ejército armado de viejos y pensionistas. Estas son las motivaciones que me obligan a hacer pública mi propuesta:




La propuesta es resumible en 35 palabras, pues se trata de la sustitución del actual ejército profesional de Mandril, por otro ejército  novedoso y surrealista, en el será preciso para participar un único y sorprendente requisito, esto es, cobrar una pensión de jubilación, sea contributiva o no, de viudedad, minusvalía, o una mera baja por enfermedad, para la participación en el glorioso ejército del gran Mandril. En otras palabras, al enviudar, al jubilarse, al perder un pie, o simplemente al darse de baja por enfermedad, se pasará automaticamente al ejército de Mandril, en situación activa, y disponible para cualquier contingencia, conflicto, guerra o desastre en cualquier parte del mundo. A nadie, efectivamente, se le obligará a participar en este fantástico ejército, pero la consecuencia de su negativa, será la retirada de su renumeración bajo forma de pensión o incapacidad temporal. Negarse a incorporarse al surrealista ejército de freaks, le privará de los ingresos de su pensión, pero podrá seguir trabajando o mendigar por las calles de Mandril. Este sorprendente ejército no rechazará a tullidos, ni a ciegos, enanos o locos. Todos ellos, viejos y viejas, dispondrán de armamento de última tecnología, y defenderán, si es preciso, con su sangre y su vida, el gran Mandril. 


En mi defensa:


Algunos lectores se han mostrado ofendidos con mi propuesta. No es para tanto.  Mis lectores/as se indignan ante la posibilidad de que un pensionista de 90 años, realice maniobras y cabe zanjas y trincheras.  Pero nada dicen de que un joven, en el esplendor de su vida, se vea forzado por la necesidad a embrutecerse tras caer en la resbaladiza pendiente del ejército español, dejando para un futuro incierto, la pasión por la lectura, formarse, bailar, montar en bicicleta, en globo, escribir poesía, dedicarse a la cuestión amorosa, o subir a las más altas e inaccesibles montañas

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