sábado, 17 de diciembre de 2011

El sistema olfativo de los mandrileños

Dominguet, ya plenamente militarizado, con su café, mientras es cercado por el fuego

Una nariz para ser feliz

Las dos narices que llevan siempre puestas los madrileños sirven para A) Oler el café recién hecho B) Oler la muerte

El sistema olfativo capaz de reconocer la muerte solo se pone en funcionamiento en caso de que  la muerte se aproxime demasiado. Me explico: si la muerte pilota un bombardero y arroja napalm sobre el bosque protector, el mandrileño será incapaz de oler nada, quizá por la lejanía, y continuará degustando su café recién hecho. Solo cuando las llamas comienzan a combustionar sus zapatos, devorar sus piernas y arder el pelo y sus cejas, entonces el mandrileño pondrá en marcha su sistema olfativo capaz de reconocer la presencia de la muerte gracias al olor a chamuscado que va dejando  tras de si. Ocurrirá que sentirá la presencia de la muerte muy cerca y se pondrá muy nervioso, y un hombre muy nervioso puede ser muy peligroso, podría correr en llamas y arrojarse contra la cristalera de un banco. El problema real estriba en si millones de hombres muy nerviosos ante la presencia de la muerte pudieran acabar todos juntos corriendo en llamas por las calles de Mandril y provocar una caida del gobierno, la toma del ejército, o el derrumbe de la bolsa. ¡Qué días tan hermosos aquellos cuando podiamos tomar un café  tranquilamente mientras el piso del vecino ardía! Lamentablemente las llamas se han extendido a nuestro piso, y comenzamos a inquietarnos ahora que nos hemos convertido en hombres flambeados. Y así no se puede ser feliz. Este periódico ha telefoneado a algunos expertos y todos le han dicho lo mismo: "Hay que extirpar la nariz a los mandrileños" Al parecer para ser feliz hay que tener una sola nariz. Una nariz capaz de oler la fragancia del café recién hecho, pero que no distinga ninguno de lo aromas del veneno en el café

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