¡No podemos dejar de reirnos de los calzoncillos que usa la crisis!
¡Muerte a los contrahumoristas!
El humor ha sido llamado. Ha sido llamado por el poder y ha accedido a la universidad. Intuimos que pronto se formará un ministerio del humor.
Una vez que el humor consigue el acceso a la universidad comienza a trabajar para el poder. Esto llevará a arrancar el humor al pueblo, de la misma manera que se le ha arrebatado casi todo. En tiempos de crisis permanente el humor es poderoso. La existencia puede dejar de ser terrible o la miseria aceptablemente miserable si uno tiene a mano uno de esos cascos muy graciosos que se instalan sobre la cabeza y que permiten reirse sin saber por qué. Simultaneamente al desarrollo de este casco, se ultiman nuevas modalidades de drogaina o pastillas azules muy divertidas. Ya que la risa es inevitable y no se puede combatir, es preciso que uno deje de reirse del poder, para que el poder se ría de usted. La consigna será la siguiente: reirse de aquellos peor situados. Veremos chistes sobre lumpemproletarios pero no sobre la lumpemburguesía. Veremos series de televisión sobre albañiles chapuceros con cierto retraso mental, pero no sobre médicos chapuceros con cierto retraso mental. Mientras los médicos se encuentren en el poder, no se escribirán desde el poder series sobre médicos patéticos. En los juzgados de Mandril se tramitan las primeras diligencias de un hombre cualquiera que ha sido demasiado graciosillo. No se trata de multarle porque haya dicho que un subnormal tiene todo el derecho a ser presidente, se le multará por intrusismo profesional.
¡Todo el humor para el pueblo!
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