Si el oido se espanta y se independiza de los jóvenes nos encontrariamos ante una nueva amenaza mundial, de la misma índole que el colapso medioambiental, la crisis energética, la crisis económica, y el colapso mental
¡Salvemos Mandril!
Hace algunos años salió a la venta un dispositivo que emite un ultrasonido a una frecuencia que solo captan los oidos más jóvenes, consiguiendo que estos salgan espantados.
Si son los jóvenes los que salen espantados de las plazas, plazuelas y parques, nada que objetar. Ya se sabe, todo joven por su propia naturaleza es suceptible a la violencia, crimen, el delito, el menudeo, la borrachera, el vómito, la miseria e incluso en algunos casos, la subversión. Pero eso no es lo inquietante. Lo temible no es que los jóvenes salgan espantados, sino sus oidos ¿Pueden ustedes imaginarse una escena de miles de oidos fuera de control, como esas plagas de polillas nocturnas aquí y allá, por doquier?. Un pueblo sabio e irreductible como el mandrileño no puede ni debe caer en el ridículo. La sola visión de un funcionario municipal o de un subcontratado precarizado con un caza mariposas tratando de atrapar decenas de oidos que revolotean en la noche mandrileña alrededor de una farola es del todo inadmisible, porque digámoslo bién alto; si nuestros jóvenes pierden el oido, ¿cómo van a deguir las prudentes sugerencias de los que es conveniente? Y lo peor de todo, ¿qué haremos con estos jóvenes sin oido que se adentran en la madurez sin hacer caso a nada ni a nadie?, ¿mediante que método podremos contenerles??
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