Llegada de un voluntario para ser linchado a una de las plazas de toros de Mandril
A favor del linchamiento
El linchamiento es una de las formas de relacionarse más genuinamente mandrileña que existe. Imagine la situación: una turba enloquecida corre alocadamente tras un hombre que se precipitará poco después a la nada. ¿Un parlamento tiene derecho a prohibir algo tan arraigado en la vida popular mandrileña?
El linchamiento de un hombre y su cuerpo balanceándose en una de las farolas de Mandril fué regulado hace unos años, de tal manera que la organización estatal decidió dotarse del monopolio del linchamiento, hasta que un día decidió abolir el linchamiento y el ahorcamiento. Mal hecho. ¿A quién perseguir en caso de crisis cíclica?, ¿a quién quemar?, ¿qué cristales romper? Si en plena desesperación uno no puede recuperar su autoestima apedreando el negocio de un chino, ¿qué es lo que tiene que hacer? Uno no puede estar toda la vida viendo la tele. Una vez que los mandrileños han renunciado a la toma del poder, se necesita de un chivo espiatorio, de alguien al que perseguir con antorchas en la mano al grito de ¡Matad al monstruo!. Desde este periódiquito queremos aportar un chivo espiatorio. Alguien que cargue con toda las culpas y desastres de la humanidad. Es decir; buscamos voluntarios para un linchamiento moderno y que al mismo tiempo permita la recuperación de la fiesta nacional. La propuesta es la siguiente: lanzar a un hombre desnudo al ruedo, y acto seguido que cinco toros vayan tras él. ¿Pueden imaginar algo más divertido que ese voluntario tratando de escapar pateticamente de los toros? Si pudiera ser televisado, mejor. Dominguet está absolutamente convencido de que todo Mandril pararía cada vez que un voluntario saliera a inmolarse en la plaza aras de la paz social y la fiesta nacional.
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