domingo, 1 de agosto de 2010

Almizcles y perfumes en Mandril



Dominguet esperando una ola. Lleva consigo su maravillosa coraza caractereológica y unos calzoncillos de la suerte bajo su flamante uniforme. Observen como se agita el mar.

Noticias sobre la playa de Mandril


A veces a través de los ventanucos de la buhardilla donde dicen que vive Dominguet llega una fragancia, como un perfume, quizá un almizcle. Posiblemente feromonas
Y entonces, sin saber por qué Dominguet rebusca en una caja y allí está, su calzoncillo de la suerte. Se afeita y recoge y limpia la casa. Abre la puerta y sale a la calle. Huele a mar. Sabe que en cualquier momento podría ocurrir que una ola le derribe. Está dispuesto, aún temeroso, a ser arrastrado por las corrientes y golpeado contra las rocas, a quedar en la orilla inconciente, aturdido, sorprendiéndose de todos los pequeños gestos que le cercan. Está desnudo. El mar le ha despojado de su calzoncillo de la suerte y se encuentra expuesto a las miradas. Aún así, no guarda resentimiento alguno contra la humanidad. Se separa de la amargura o la saborea como un dulce. Se levanta. Reconoce todo como nuevo. Camina desnudo por la orilla. Llega hasta la buhardilla y abre la puerta. Se recuesta mientras lee "Camino de Wigan Pier". Cae abatido por el cansancio, pero la fragancia no cesa, continua llenando su cuarto. Duerme. Su imaginación se entretiene jugando con sus propios sueños.

2 comentarios:

Desasosiego dijo...

¡Vaya! tú también lo notaste, efectivamente un día olió a mar en mandril, menos mal que algunos precabidos ya crearon una cofradía de marineros...

Dominguet dijo...

Uff, si, lo olí.

¡Y es una suerte que Mandril tenga mar y toda suerte de seres fabulosos!.

 
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