Una familia insensiblemente feliz, escuchando un programa de la radio fantástica de Dominguet
La radio alucinante
Esta no es una radio cualquiera. No es una radio para incitar a los mandrileños a matarse a machetazos, sino para llegar al 2022 y llamar a todos los seres que pueblan los confines y los abismos, y que nos esperan, a veces, tomándose una taza de té
Hay que tener cuidado con lo que uno imagina porque inmediatamente se vuelve real. Siempre ocurre. Uno imagina a un ser fabuloso y de repente aparece ante él, abrazándolo. Así es fácil volverse loco. Cuando Dominguet era pequeño, en plena efervescencia social y política, una de las maniobras de distracción de masas consistía en programas, series, películas y debates con hombres con corbata muy serios hablando sobre, atención: los OVNIS, todo esto espolvoreado con algo de horror nuclear. En esas condiciones es normal que Dominguet haya pasado parte de su infancia aterrorizado, pues en cualquier momento, al salir de la caravana durante la madrugada para hacer pis, podía encontrar un OVNI, allí, esperándole en mitad del campo de fútbol. A veces cerraba los ojos con fuerza, para no sentir a su yaya de vuelta de entre los muertos, sentada a los pies de la cama velando los sueños de Dominguet. Siempre a punto de convertirse en una sombra, ¿o acaso esos aviones que sobrevolaban durante la noche Mandril no iban cargados de bombas nucleares?. Desde entonces han pasado algunos años y de la bruma ya no aparecen monstruos -no muchos al menos- sino seres fantásticos. Dominguet les llama con su pequeña radio y llegan con el corazón en la mano. Solo la timidez impide a Dominguet irse con ellos. A veces lo ha hecho, pero apenas ha sido un paseo de unos pocos metros.
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