Durante la tormenta neoliberal
Una lluvia torrencial ha inundado un intercambiador de metro, tren y autobús del gran Mandril. Se han formado espectaculares cataratas y la peñuqui, que iba y venía no se sabe a donde, ha sorteado muy eficazmente los grandes charcos sin resbalar ni romperse la cadera y ha realizado algunas fotografías sobre este mismo suceso con sus teléfonos móviles.
La tormenta ha anegado el vestíbulo de la estación. Pero lo sorprendente no era la formación de un sorprendente mar subterráneo, sino que nadie ha dado aviso a los trabajadores del metro de lo que estaba ocurriendo. Atrapado en el vestíbulo Dominguet contemplaba entre absorto y maravillado el espectáculo, hasta que ha caido en la cuenta de que quizá, podría ser peligroso.
Quizá todos esperan que otro lo haga. Durante la tormenta neoliberal desatada en Mandril, también se espera, y se espera mucho, a que otro haga algo. En la tormenta neoliberal quién da aviso de lo sucede, es detenido, despreciado o ninguneado. Es como si en la tormenta del intercambiador, aquel que por fin fuera a dar aviso de lo que sucedía en el vestíbulo fuera golpeado o despreciado. Es decir, quién esperamos que ofrezca soluciones, solo pone en marcha obstrucciones.
Llegado a este punto, podría ocurrir, si ocurre, que sean los viajeros en un caso o la ciudadanía en otro, quienes pongan en marcha las soluciones. En realidad esto ya está sucediendo. Aunque todavía nadie lo vea, ya está ocurriendo. No es el aviso tan solo, es ponerse en marcha para crear.
(Que no se me olvide: escribir algo divertido sobre el excedente de mercancias, así como una entrevista a Santiago Niño Becerra leida con las gafas de la peli "Están Vivos").
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