jueves, 11 de junio de 2009

Creación de un barrio nuclear en Mandril


¿No es precioso el barrio nuclear?

El barrio nuclear

En el barrio nuclear los hombres y mujeres que allí viven se encuentran por fin despreocupados. Adaptados a unas radiaciones que no afectan a su vida cotidiana, engordan, pero adelgazan cuando acuden al gimnasio

El barrio nuclear utiliza energías limpias. Bueno, utiliza exclusivamente energía nuclear. Allí viven los partidarios de esta. Están convencidos de que es la alternativa, en mayúscula, aunque Dominguet la escriba en minúscula, de cumplir con los acuerdos de Kioto. No es un barrio experimental, es un ensayo a expandir. Las maravillas de barrio nuclear se viven in situ, con vehículos a motor eléctrico, sin gases, con potentes congeladores en cada piso, con aceras móviles que desplazan al transeunte hacia el centro comercial. En el barrio pronuclear, los vecinos no tienen que trasladarse a otros barrios a trabajar pues son empleados de la misma central nuclear. Bueno, esos son los técnicos y los ingenieros, y algunos pocos seguratas que procuran que a nadie se le ocurra poner una bomba cerca del reactor nuclear. Los otros trabajan en las minas de uranio, cargándolo sobre sus espaldas, con la seguridad de que podrán dejar cuando llegue la noche la luz encendida de sus casas, poner en marcha el cepillo de dientes, el exprimidor de naranjas o el mismísimo abrelatas eléctrico. Los estudiantes compiten por ser mejores, hacen falta más físicos nucleares e ingenieros que pongan en marcha las centrales de nueva generación. Es cierto que la energía nuclear crea a la misma velocidad que residuos, jerarquias. Pero no es ningún problema. Cada vecino guarda celosamente en el sótano, durante cincuenta mil años, los residuos radioactivos. Y las jerarquias velan porque ello se cumpla. Así, se planifica el barrio, y la seguridad del barrio, evitando que nadie haga barbacoas en la terraza, no sea que una chispa incendie la central. No hay discusión alguna, pues todos ya, están a favor de la energía nuclear, sino, como dijo Arzalluz, oh, volveriamos a las velas y a alimentarnos de berzas. Y quien quiere ir paseando al trabajo, o regar los huertecítos biológicos si ya son posibles los cultivos hipodrónicos, donde un técnico, en vez de un sucio campesino, controla las condiciones de temperatura, nutrientes y pesticidas que necesita mediante un mando a distancia, liberando al ser humano del contacto con el estiércol que tantas enfermedades puede llegar a transmitir.


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