¡Mandril es por fin navegable!
Mandril es por fin navegable. Allá por donde transcurren autopistas y grandes avenidas ahora hay rios y pequeñas lagunas.
Cuando se construyó la inmensa presa para abastecer de agua a la industria del gran Mandril cientos de pequeñas aldeas y pueblos solo pudieron ser visitables por turistas con escafandra. Pero cuando el turismo desapareció, la enorme presa fué demolida y las aguas libres transcurrieron tranquilas por las calles de la ciudad. La erosión hizo el resto. El Mandril existe un museo: El Museo de los Horrores, y allí se puede encontrar, entre otras cosas, un coche. En Mandril solo hay sofisticadas barcas a pedales. Es innecesario comentar que nadie va con excesiva prisa por sus navegables aguas. Los niños juegan a su orilla. Hermosos puentes de piedra y madera permiten cruzar los rios y diletantes barqueros pasean por puro placer a los enamorados. Si uno observa bien las cristalinas aguas de Mandril puede encontrar en sus profundidades miles de relojes, ya obsoletos, que convivirán para siempre con los peces. Muchos peces.
Mandril en el pasado, cuando la economía exigía modernas instalaciones como esta
En el presente, Dominguet se pasea por el rio a su puta bola
Cuando se construyó la inmensa presa para abastecer de agua a la industria del gran Mandril cientos de pequeñas aldeas y pueblos solo pudieron ser visitables por turistas con escafandra. Pero cuando el turismo desapareció, la enorme presa fué demolida y las aguas libres transcurrieron tranquilas por las calles de la ciudad. La erosión hizo el resto. El Mandril existe un museo: El Museo de los Horrores, y allí se puede encontrar, entre otras cosas, un coche. En Mandril solo hay sofisticadas barcas a pedales. Es innecesario comentar que nadie va con excesiva prisa por sus navegables aguas. Los niños juegan a su orilla. Hermosos puentes de piedra y madera permiten cruzar los rios y diletantes barqueros pasean por puro placer a los enamorados. Si uno observa bien las cristalinas aguas de Mandril puede encontrar en sus profundidades miles de relojes, ya obsoletos, que convivirán para siempre con los peces. Muchos peces.
Mandril en el pasado, cuando la economía exigía modernas instalaciones como esta
En el presente, Dominguet se pasea por el rio a su puta bola
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