Un cosmonauta mandrileño
¡A las estrellas!
Los primeros cosmonautas de Mandril están dispuestos a elevarse a los cielos. Desde el patio de una vivienda cualquiera de la ciudad del futuro hay una nave espacial. Es un ingenio simple. Funciona con energía metabólica, muy posiblemente a pedales.
Antes del despegue alguien toca el xilófono y el ukekele mientras los cosmonautas bailan y se prepara una parrillada de alcachofas, calabacines y espárragos, muy posiblemente cultivados en un parque público muy cercano al lugar del despegue. Y cuando digo cercano no me refiero a unos cuantos kilómetros, sino a unos pocos metros. Todo está preparado. No hay ingenieros a la vista. No existen los ingenieros. Todo artefacto construido en el Mandril del futuro será tan rudimentario que podrá ser proyectado por cualquiera. Y la nave despega. Y despega simultaneamente de aquí y de allá, es decir, de miles de lugares de Mandril. Van a la Luna o a perderse en el confín del espacio cósmico.
Antes del despegue alguien toca el xilófono y el ukekele mientras los cosmonautas bailan y se prepara una parrillada de alcachofas, calabacines y espárragos, muy posiblemente cultivados en un parque público muy cercano al lugar del despegue. Y cuando digo cercano no me refiero a unos cuantos kilómetros, sino a unos pocos metros. Todo está preparado. No hay ingenieros a la vista. No existen los ingenieros. Todo artefacto construido en el Mandril del futuro será tan rudimentario que podrá ser proyectado por cualquiera. Y la nave despega. Y despega simultaneamente de aquí y de allá, es decir, de miles de lugares de Mandril. Van a la Luna o a perderse en el confín del espacio cósmico.
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