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¡Pobre monstruo! Allá vá, encaramándose a imposibles rocas sin fin, saltando gigantescas grietas sobre el hielo, corriendo de aquí a allá, comiendo bayas silvestres y frutos del bosque.
Instantanea del monstruo echándose una siesta. Junto a él, Dominguet con barba postiza, firmemente iluminado
Cubierto de llagas y heridas se aproximó a Dominguet porque se sentía solo y Dominguet le sermoneó y le reprendió. Autodidacta, amante de los animales del bosque, jamás mató a criatura alguna. Dominguet dejará la puerta entornada todas las noches y permanecerá en silencio cada vez que el monstruo atraviese el umbral de su alcoba, abrirá las sábanas y permitirá que se acueste a su lado
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