Estética de la supervivencia
Asistimos en directo a una deflación de los trabajadores manuales. Esto nos obligará a encaminarnos a los gimnasios y a las clínicas de estética para conseguir un empleo precarizado. ¡Pero que tengan cuidado! ¡Un solo trabajador forzudo amamantado por el propio neoliberalismo podría derribar varios tanques!
Nuevos cuerpos para nuevos tiempos
La tesis es la siguiente: durante los próximo años asistiremos a un incremento del culto al cuerpo. Desaparecerán nuestras arrugas, operaciones de todo tipo se extenderán a pesar de la crisis, o precisamente por ella
El trabajador del futuro será más guapo y con aspecto jovial. Todo esto gracias al neoliberalismo. Me explico. Simultaneamente a la subida de tasas universitarias, se procederá a un descenso de los precios de las clínicas de estética. No tendremos pasta para estudiar, pero al menos podremos estirarnos la piel, rebajar la papada o implantarnos un pelo que jamás se cae o encanece. En realidad, las liposucciones nos abrirán las puertas del mundo laboral a los trabajadores manuales, dado que trabajamos con nuestro cuerpo y no podemos vender ningún saber, cada minuto que pasa valemos menos. Para evitar valer menos solo necesitamos cuerpos sanos y atléticos. La muerte del trabajador perfecto debería llegar bajo la forma de paro cardiaco por excesivo consumo de enabolizantes. La muerte súbita de los trabajadores manuales, es decir, de aquellos que venden su capacidad de cargar peso, debería producirse antes de la inevitable caida en barrena que va asociada a la edad.
A cada minuto valemos menos, de acuerdo. Por eso nos teñimos el pelo cuando acudimos a una entrevista de trabajo para mover pesados objetos. Ya que a cada instante valemos menos, nosotros tratamos de parecer que valemos más. Deberemos ser siempre jóvenes y atléticos, o al menos parecerlo si no queremos ser apartados de algo parecido a la dignidad. Si perdemos la posibilidad de consumo perdemos ese algo parecido a la dignidad que todavía no tiene nombre. Sin trabajo, y en el mejor de los casos, nos convertimos en percibidores de algún tipo de sub-subsidio, como todos aquellos que han perdido los dientes y han empezado a inflarse, y sin trabajo, decrépitos, sin dientes y fofos, ¿qué nos queda?. Al menos antes, en nuestra lucha por mantener nuestro puesto de trabajo acudiamos, no tanto al sindicato, sino a la clínica estética para que nos arrancara unos cuantos años más de encima. Entonces molábamo. Pareciamos que valíamos y eramos más atractivos
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