En el último milímetro de tierra libre del mundo
Dominguet no sabe que hacer, si subirse a su nave espacial a pedales y despedirse desde la rampa antes de embarcarse rumbo a las estrellas hacia un mundo donde los "Buenos dias" signifiquen de verdad "Buenos Días", o quedarse aquí, en Mandril, regando el último milímetro de tierra libre del mundo.
Solo queda un lugar en el mundo que no se puede comprar ni vender. Es tan pequeñito. Merece la pena quedarse en este mundo en vez de embarcarse hacia las maravillas de las estrellas que le esperan. Merece la pena quedarse en este mundo para cuidar a este último milímetro de tierra amable.
Dominguet podría decir "Ciao" y largarse para siempre hacia los confines del cosmos. Pero si se va, ¿quién va a cuidar todas las mañanas de este milímetro precioso? Si se va, qué va a ser de este milímetro, cercado todos los días por la codicia de lo mercantil y la barbarie.
Y si todo se pusiera verdaderamente mal y el último milímetro libre del mundo estuviese a punto de ser conquistado. Habría que salvarlo. Envolverlo en el pañuelo de tus antepasados y guardarlo en el bolsillo. Salir disparado al cielo.
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