Preciosa propuesta de bandera para el nuevo Mandril
La muerte de la enfermedad
(y el principio de la epidemia mortal y mental)
Al llegar a Mandril lo primero que observará el viajero, será un enorme cartel, de carácter oficial, que podrá verse por toda la ciudad y que dirá:
Prohibido enfermar bajo pena de muerte
Mandril es la ciudad más saludable del mundo. Tanto lo es que ya no es preciso el médico. En lugar de ambulancias hay coches de policía deteniendo a personas con una tos sospechosa. Desde hace años no se construyen hospitales y los mandrileños, además de ser cada vez más fuertes, tienen mejor aspecto. Evidentemente ya no se producen bajas por enfermedad, y por tanto algunas partes de la reforma laboral como el despido procedente por enfermedad común o accidente de trabajo, han quedado siendo papel mojado. Ya nadie enferma. Ahora se les puede despedir por otros motivos. Sea lo que fuere, la productividad de Mandril comienza a salirse de las gráficas, y se dispara hacia el espacio exterior. Los hijos de los mandrileños son cada vez más robustos y tienen menos resfriados. De piel más blanca, cada generación de mandrileños de ojos más claros tienen un precioso acento teutónico.
Después de la reforma la sanidad pública se transformó en algo maravilloso, es decir, en beneficiencia. Más tarde nos dimos cuenta de que la beneficencia seguía generando demasiado gasto público, y esto dió lugar a un interesante debate en Mandril sobre el uso de los enfermos: "¿Qué hacer con los enfermos?"
Matar. Si. Matar a los enfermos.Con la muerte de los pacientes algunas profesiones desaparecieron, otras sin embargo tuvieron bastante demanda, como la de matarife. O poli que irrumpía sin previo aviso en casas y parques buscando individuos con una fea tos.
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