El cuarentagenario que quiso ser un árbol
Dominguet ha subido a un árbol en el mismo centro de Mandril y ha construido una cabañita de madera. Su familia acudió hasta allí pidiéndole que baje. Pero él ha dicho que no, que no se baja.
Han acudido a los pies del árbol sus amigos y sus novias y le han rogado que baje. Sus compañeros de trabajo le han advertido que podría perder el curre si continua obstinado en permanecer en el árbol. Pero Dominguet insiste. No se baja. Los vecinos le increpan, la policía agita el árbol para tratar de hacerle caer. Los periodistas le fotografían bostezando en las ramas. Pero Dominguet no se baja. Una pequeño grupo señores con hachas del servicio municipal privatizado de leñadores de Mandril le ruegan que baje, que cumplen órdenes. Pero Dominguet no quiere bajarse. Y no solo eso, sino que ha dicho que jamás bajará.
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