sábado, 5 de julio de 2008

Sobre la caida de aerolitos

¡Caida de aerolitos!

La primera víctima mortal del impacto de un aerolito fué un indigente anónimo que descansaba a la sombra de un árbol del parque. No importó a nadie, pues todos sabían que tarde o temprano, los hijos de la Sociedad Moderna le prenderian fuego en una noche de aburrimiento.

Más tarde murieron yonquis, inmigrantes, subempleados y algún ciclista. Al principio, las muertes que producían estos extraños aerolitos en caida libre provocaron cierta satisfacción a las autoridades, pero pronto saltó la alerta. Los aerolitos destrozaban ahora el craneo de conductores y peatones, pero la verdadera alarma social estalló cuando un aerolito cayó en un barrio residencial, eliminando de la faz de la tierra a un ejemplar oficinista de baja por depresión. Desde aquel momento la lluvia de aerolitos fué en constante crecimiento. Las investigaciones sobre el origen de los aerolitos nunca se hicieron públicas. Quizá se formaran en la atmósfera a causa del cambio climatico. Daba igual, lo importante era protegerse de esa mortal amenaza. Pero nada podía hacerse, pues los aerolitos lo destrozaban todo: barriadas marginales y autopistas, enormes edificios y fábricas, parlamentos y comisarias. Los vertederos quedaron sepultados por los aerolitos, así como los aeropuertos. El impacto del los aerolitos sobre los satélites de comunicaciones hizo que estos se precipitaran a la Tierra. El ejército, movilizado, fué aniquilado a las pocas horas. El dinero, esparcido por las calles después de que los aerolitos penetrasen en las cámaras acorazadas de los bancos, fué pulverizado. Todo estaba en ruinas. Sin embargo, un día, la lluvia de aerolitos cesó. las gentes volvieron a encontrarse de nuevo. Tristemente, todos los jefes murieron durante la caida de los aerolitos. Así que hubo de empezar desde el principio, pero con la ventaja de que si un hombre volvía a imponerse a otro mediante la fuerza, el chantaje o las máquinas, caía un enorme aerolito del cielo, y le dejaba allí en el suelo, para siempre.

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